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Emilio J. González

Cómo evitar la Gran Depresión II

Los líderes del G-20 tienen muy claro que el proteccionismo no es la respuesta, sino una parte del problema que hay que evitar a toda costa.

Contra todo pronóstico, la cumbre del G-20 que acaba de celebrarse en Londres ha terminado con soluciones y propuestas concretas para abordar la crisis financiera internacional, que parece que marchan en la dirección correcta. No se ha refundado el sistema monetario internacional, como pedía Rusia y le hubiera gustado a China, ni falta que hacía porque el que una u otra moneda (el dólar, el euro o la que sea) tenga que ser el eje central del mismo es algo que la economía mundial decidirá por su propia dinámica, en función de la credibilidad que merezca cada divisa y del papel mundial de cada país, o de cada área (Unión Europea), en el comercio y las inversiones internacionales. Pero sí se han tomado decisiones importantes que pueden ayudar a empezar a superar la que está cayendo.

Los líderes reunidos en la capital británica parece que han aprendido las lecciones de la Gran Depresión y, en lugar de pretender imitar a Roosvelt y su New Deal –el modelo e inspiración de Zapatero– han optado por medidas que, si realmente consiguen llevarlas a la práctica, posiblemente puedan permitir que la economía mundial eluda la tan terrible experiencia vivida en la década de los 30 del siglo pasado. Una de las cosas que han entendido los líderes políticos, en cierto modo en contra de las tesis del presidente estadounidense Barack Obama, es que lo más importante para evitar el repetir aquella nefasta experiencia es que el crédito, cuya escasez dio lugar a la Gran Depresión, vuelva a circular con fluidez y que lo haga lo antes posible. Por ello, han puesto especial hincapié en sanear el sistema bancario y hacerlo con rapidez para que los préstamos puedan desempeñar pronto su papel de fluido vital para la actividad productiva. Es la única forma de conseguir la reactivación económica, no mediante paquetes y más paquetes de estímulo fiscal que sólo generan más problemas a causa de los efectos que su financiación provoca al detraer recursos muy necesarios para el sector privado. El crédito –y no el impulso a la demanda– es la clave para empezar a salir del tremendo lío en que se encuentra inmersa la economía mundial.

Igualmente, los líderes del G-20 han aprendido la importancia que tiene seguir manteniendo el comercio internacional en lugar de caer en las tentaciones proteccionistas. La respuesta que la gran mayoría de las economías del mundo dio a la crisis del 29 fue, precisamente, el nacionalismo económico frente al librecambismo de la etapa anterior y consiguieron transformar una crisis financiera en la peor crisis económica de la historia, la cual desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Ahora, los líderes del G-20 tienen muy claro que el proteccionismo no es la respuesta, sino una parte del problema que hay que evitar a toda costa. Sin embargo, para conseguirlo, no basta sólo con una mera declaración de intenciones, sino que se necesita también medidas reales que la respalden. En este sentido, la decisión de ayudar a los países con dificultades, cuya primera reacción para superar sus problemas puede ser el suspender las importaciones, va bien encaminada. La cuestión es si la cantidad acordada para este fin es suficiente o no.

Otro gran acierto de la cumbre del G-20 ha sido el no sucumbir a las presiones del presidente francés, Nicolas Sarkozy, acerca de crear un supervisor del sistema financiero internacional, que seguramente pretendería que estuviera dirigido por un europeo, a ser posible galo, como el Fondo Monetario Internacional y, de esta forma, tener controlado a Estados Unidos y a todo el mundo. En el fondo, es la vieja filosofía de De Gaulle respecto a Francia y su papel en la Unión Europea pero aplicada a escala global. Pero al marido de Carla Bruni no le ha salido la jugada ni ha tenido arrojos a la hora de cumplir su amenaza de levantarse de la mesa si no conseguía lo que quería. Y es que a la mesa de negociaciones internacionales no se puede ir con semejantes actitudes. Probablemente habría tenido más éxito si hubiera pedido el refuerzo de los mecanismos de cooperación, coordinación e intercambio de información de los supervisores nacionales y del FMI. Pero Sarkozy quería lo que quería y esta vez no puede apuntarse el tanto de salvador del mundo. Lo que sí que han acordado los líderes del G-20 es una reforma del sistema financiero que incluya a los ‘hedge funds’ y a las tan críticas y criticadas agencias de calificación, dos de los grandes protagonistas de la actual crisis financiera. Probablemente habría sido necesario también el volver a insistir en la separación entre banca comercial y banca de inversiones, ya que cuando los segundos se dedican a jugar al casino acaban por desencadenar crisis de la magnitud y gravedad de la Gran Depresión o de la actual.

Dicho todo esto, llega una cuestión final. ¿A qué ha ido Zapatero a Londres? Porque lo aprobado se parece muy poco a las ideas y propuestas que viene defendiendo nuestro país para solucionar la crisis internacional y a lo que el presidente del Gobierno está haciendo en España. En contra de lo que dijo en su momento, aquí no ha llegado para el mundo la hora de la socialdemocracia, como tanto deseaba pese a no ser lo que necesitaba el mundo, sino la del capitalismo sensato que debe purgar tanto sus excesos como los de los políticos que lo administran. ¿O es que ya no se acuerdan que el origen de todo se encuentra en las hipotecas de alto riesgo que la Administración norteamericana obligó a los bancos a conceder a través de la Community Reinvestment Act?

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