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Antonio Golmar

Tarjeteros contra currantes

Todavía recuerdo aquellas europeas en las que tres de los seis primeros de la lista eran parientes de Manuel Fraga. Como dicen los ingleses, el que vale, vale, y el que no que se dedique a la política.

Una vez más Rosa Díez da en el clavo. En la presentación de la candidatura de su partido al Parlamento Europeo la jefa de UPyD ha dicho que a su gente se la conoce por lo que trabaja, no por lo que pone su tarjeta.

La pugna entre tarjeteros y currantes es sin duda es uno de los rasgos de la sociedad española que más sorprende a nuestros visitantes extranjeros. "Aquí todo el mundo es director o gerente de algo". "Evidentemente se trata de una reminiscencia del Antiguo Régimen", suelen comentar los norteamericanos que aterrizan en alguna empresa española. Son los figurones del XXI, que dirían Pérez Galdós y el carioca Machado de Assís si levantasen la cabeza. 

He conocido personas capaces de casi todo con tal de conseguir una power business card, de esas que contienen algunas de las palabras mágicas del momento: director, gerente, manager o cualquier nuevo sinónimo de jefe acuñado en las secciones de Empleo y Formación de los diarios económicos. Poco importa que a veces el sueldo no dé ni para la hipoteca o que la descripción profesional ocupe menos de una línea.

La crisis económica actual ha devuelto a la circulación a una cantidad inusitada de tarjeteros dispuestos a no rebajarse ante nada que no denote un puesto de alta dirección, aunque me temo que algunos lo llevan crudo. La solvencia y la credibilidad de las empresas españolas suelen ser indirectamente proporcional a sus porcentajes de tarjeteros, coches de empresa y pools de secretarias. Bien lo saben los esforzados trabajadores y los sufridos contratistas de buena parte de las Cajas de Ahorros del país.

La semana pasada el PSOE presentó su lista al Parlamento Europeo, una colección de insignes celebridades tarjeteras, algunas más propias de la revista Hola! que de un partido que se dice obrero. Si los rumores se confirman, el cartel pepero será tres cuartas partes de lo mismo. Todavía recuerdo aquellas europeas en las que tres de los seis primeros de la lista eran parientes de Manuel Fraga. Como dicen los ingleses, el que vale, vale, y el que no que se dedique a la política.

Rosa Díez, quien a pesar de ser una mujer que como me dijo una vez mi primo de Barcelona a propósito de una ilustre aznarista no se ha bajado del coche oficial desde que tiene uso de razón, ha conseguido reunir a un grupo de incansables currantes impecables, algo así como lo mejor de cada casa. Fernando Sosa Wagner es el sabio profesor que nunca olvidaremos. El disidente Fernando Maura representa la independencia frente a la voracidad de los lobbies. Álvaro Ballesteros conoce como nadie la política internacional gracias a incontables noches en vela frente al ordenador o el atril, no deambulando por las recepciones organizadas por embajadores cursis. Incluso Patricia Garrido, de quien recuerdo alguna barbaridad sobre la economía de mercado en los programas socio-religiosos de Cope, es una curranta de pro que predica con el ejemplo propio. Y qué decir de Fernando Iwasaki, una de las mentes más preclaras del panorama cultural hispano, que ya no sepan, o de la excelente soprano Emilia Hernández Onrubia (¡la coloratura al poder!).

Tiene razón Rajoy cuando dice que las elecciones europeas deben ser un voto de censura contra el peor Gobierno de la democracia (a este paso también habrá que incluir alguno de la dictadura; este será el trágico saldo del paso de ZP). Pero también es cierto que en democracia algunos votan por lo que son y otros por lo que les gustaría ser. En estas Europeas UPyD ha hecho una apuesta inequívoca por el mérito, la excelencia y la hombría de bien. ¿Quién da más?

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