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Adrián Ravier

Simplemente locos

La depresión global actual se ha producido porque los responsables de la autoridad monetaria de los Estados Unidos han hecho caso a tipos como Mankiw y otros premios Nobel (Samuelson, Stiglitz o Krugman).

Greg Mankiw, autor de uno de los manuales de economía más vendidos del mundo y consejero del ex presidente George W. Bush, publicó un artículo en el New York Times el pasado 18 de abril donde se planteaba cuál es la mejor forma de salir de la recesión.

Siguiendo un análisis claramente keynesiano, Mankiw afirma que la Reserva Federal de los Estados Unidos debiera rebajar los tipos de interés tanto como sea posible, ya que esto estimularía el consumo y desincentivaría el ahorro. Mankiw no se pregunta cuál es la causa de esta crisis, pero en su enfoque asume que el problema es de los millones de consumidores e inversores cuyos sentimientos (o "espíritus animales", como los llamó Keynes) les aconsejaron abstenerse de gastar. Pero al atesorar el dinero, la demanda agregada se vuelve insuficiente y las empresas no pueden dar salida a sus inventarios, por lo que despiden a los trabajadores que las producen. Mankiw reconoce que la Reserva Federal ya ha reducido a cero los tipos de interés, pero cree que a dar un paso más allá forzando a que los tipos se vuelvan negativos.

Robert Murphy, por su parte, economista del Mises Institute, escribió una dura crítica el 27 de abril, no al comentario concreto de Mankiw, sino a todo el paradigma económico dominante que lo respalda, al que califica de "simplemente loco". Así, explica que los tipos de interés no sólo regulan la cantidad de dinero que las personas gastan hoy, sino que además coordinan las decisiones de consumo e inversión a lo largo del tiempo, lo que en definitiva determina la viabilidad y consistencia de estos proyectos de inversión.

También hace referencia a las causas que llevaron al mundo a esta crisis, recordando –implícitamente– los viejos debates en la década de los 30 entre Lord Keynes, por un lado, y Friedrich Hayek, por otro. De hecho, Murphy defiende que la depresión global actual se ha producido porque los responsables de la autoridad monetaria de los Estados Unidos han hecho caso a tipos como Mankiw y otros premios Nobel (Samuelson, Stiglitz o Krugman).

Murphy agrega que la política monetaria que recomienda Mankiw lleva a la destrucción de la moneda, lo que difícilmente ayudará a abandonar la recesión global: en realidad, el mercado libre no necesita de la ayuda del Estado para alcanzar un "nuevo equilibrio".

Mankiw no se hizo el remolón y respondió ese mismo día diciendo que está de acuerdo con los argumentos expuestos por Murphy, pero matiza que sólo serían válidos si los precios (incluidos los salarios) fueran completa e instantáneamente flexibles en el mundo real. Si son rígidos, entonces la deflación y el ajuste resultarán muy lentos y, mientras tanto, la economía sufrirá un período de depresión de la actividad económica.

Mankiw no pudo resistirse a aludir a "los fallos del mercado" y a recordarnos que, de acuerdo con el análisis de los "nuevos keynesianos", la rigidez de los precios es una de las imperfecciones del capitalismo. Si el mundo no padeciera esta imperfección "muchos problemas macroeconómicos serían fáciles de resolver a través del libre mercado". Mankiw concluye que desearía vivir en un mundo como el que Murphy describe, pero que sus análisis empíricos no confirman la realidad.

El debate seguramente seguirá, pero sintetiza el modo en que los austriacos y los keynesianos ven el mundo y la relevancia, cada vez más profunda, de centrarse en el debate académico y no en el político. Murphy sostiene que Mankiw, por aceptar el modelo keynesiano del corto plazo, no logra percibir las implicaciones últimas de sus recomendaciones, lo cual no sería criticable en un estudiante de primer año de carrera, pero sí para un economista serio que actualmente influye en los debates internacionales de política económica.

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