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EDITORIAL

La lucha contra el terror no cesa

El informe norteamericano menciona a los grupos de apoyo a Al-Qaeda existentes en la península y la obsesión del yihadismo con Al-Andalus como graves peligros para nuesro país.

A pesar de unos primeros 100 días marcados por la irresponsabilidad fiscal –expansión del gasto público en programas irrelevantes que inhiben la inversión privada y aumentan el déficit– y las promesas rotas –nada queda de la transparencia anunciada durante la campaña electoral– la política de seguridad de la nueva administración norteamericana no se ha alejado de las líneas marcadas por su antecesor.

Si bien el presidente Obama ha realizado algunos gestos desconcertantes, tales como el acercamiento personal a Hugo Chávez y la nueva oferta de diálogo a Irán, tanto los pronunciamientos de los miembros de su gabinete como los contenidos del último informe sobre el terrorismo publicado por del Departamento de Estado el jueves indican que, al menos en lo que se refiere a la lucha contra el terror, la Casa Blanca no ha realizado ese giro con el que soñaban algunos partidarios del nuevo presidente.

En primer lugar, la conservación de las figuras del combatiente enemigo y la detención indefinida por el fiscal general Eric Holder, quien sin embargo se ha comprometido a mantener una actitud más cooperativa con la justicia y el Estado de derecho que sus predecesores, es una señal de que Barack Obama es consciente la necesidad de no bajar la guardia y de seguir aplicando una política activa en el combate contra los terroristas.

Por otra parte, la firmeza de las declaraciones de la secretaria de Estado Hillary Clinton a propósito de Irán y Corea del Norte, así como el mantenimiento del régimen de los ayatolás, Cuba, Sudán y Siria en la lista de estados que apoyan el terrorismo constatan la línea continuista adoptada por el Ejecutivo demócrata. Además, el informe reitera que Al-Qaeda sigue siendo "la mayor amenaza para los EE.UU. y sus socios", manifiesta su preocupación por los avances de esta organización en Pakistán y señala Somalia, las bases de Al-Qaeda en el Magreb y Afganistán como focos de peligro para Occidente. El énfasis en las organizaciones terroristas palestinas y en el carácter global del terrorismo, con hincapié en la desarticulación de sus redes de apoyo civil en todo el mundo, aleja los temores de que, llevado por el populismo fácil que exhibe en otras áreas, Obama quisiera convertir la seguridad en otra faceta de su hasta ahora exitosa política de relaciones públicas.

Por lo que se refiere a España, ETA sigue figurando en la lista de organizaciones terroristas. Además, el informe norteamericano menciona a los grupos de apoyo a Al-Qaeda existentes en la península y la obsesión del yihadismo con Al-Andalus como graves peligros para nuestro país. Asimismo, el Departamento de Estado contempla con optimismo la cooperación hispano-francesa en la lucha contra el terrorismo independentista vasco, continúa preocupado por la utilización de España como base de tránsito y logística de organizaciones terroristas que operan en Europa occidental y aplaude la cooperación española en la investigación de las redes de financiación terrorista, aunque lamenta la exculpación de Imad Eddin Barakat Yarkas como agente logístico de Al-Qaeda en España.

Pese a la retórica en ocasiones equívoca de su presidente, todo indica que la nueva administración norteamericana sabe dónde está el mal y cómo combatirlo. Una actitud ciertamente tranquilizadora de la que esperamos tomen nota sus a veces renuentes aliados.

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