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Discriminar siempre es negativo

Acabaremos destrozando la herencia de Martin Luther King para quien había que juzgar a un hombre por su carácter y no por el color de su piel. Una igualdad verdadera es posible, pero para alcanzarla hay que respetar la realidad, no castigar a los mejores.

El papel de los jueces, y de los poderes ejecutivos de todos los países, consiste en la aplicación de los principios y reglas de la Ley, no en su sustitución por creencias y valores discutibles.

Frank Ricci es un bombero de una ciudad de Connecticut. Se presentó a un examen para promocionar a teniente. Aprobó. Hasta que un tribunal le denegó el derecho a ascender porque las minorías habrían resultado infra-representadas. Un miembro de este tribunal era Sonia Sotomayor, la designada por Obama para cubrir la próxima vacante en el Tribunal Supremo americano. La empatía y las políticas de identidad, antes acción afirmativa, después discriminación positiva y finalmente multiculturalismo, han sustituido al derecho como criterios de justicia.

Por ventura tal actitud todavía no ha alcanzado a las cosas serias de la vida. Los jugadores de baseball de las grandes ligas siguen siendo mayoritariamente garcías, no wilsons. Por suerte para el espectáculo, los runningbacks de los equipos de fútbol americano son todos negros, y no se conoce caso alguno de promoción de blancos por razón de infra-representación. Gasol juega en la NBA por ser bueno, no por ser blanco. A pesar de pertenecer a una minoría, no por serlo. Es como si nos preguntásemos, ¿es que nadie está dispuesto a hacer nada para impedir que los keniatas ganen los maratones?

Diríamos que esta actitud de rehacer el mundo a la imagen y semejanza de nuestros bienintencionados deseos procede de la voluntad de sustituir a Dios, pero nos llamarían neocones o ultraliberales. Gracias, se hace lo que se puede. Pero resulta que todas estas actitudes son profundamente anti-kantianas. Traten de hacer regla universal aquella por la cual hace falta sangre del tipo AB para los heridos en un accidente, negros abstenerse. O elevemos a regla generalmente aplicable el conocimiento del vascuence para poder operar a corazón abierto.

Las dos premisas que fundan este activismo presuntamente progresista -el igualitarismo y la idea del hombre nuevo– son falsas. Impidamos sus nefastas consecuencias.

Considerar toda diferencia la consecuencia de una política social inadecuada, de un mal comportamiento generalizado o de una sociedad injusta es sencillamente un error. Los victimismos de clase o de grupo no pueden justificar las injustas intervenciones igualatorias del Estado.

La teoría del hombre nuevo, tan propia del comunismo o socialismo real, también se va agotando. Los hombres no son completamente maleables y susceptibles de ser transformados en lo que puede parecer política o culturalmente deseable por actuaciones estatales.

Limitar la libertad fomentando las diferencias superficiales, el multiculturalismo, ha causado ya suficientes injusticias y disgregado bastante nuestras sociedades. Es más que hora de que las elites de uno y otro lado del Atlántico vuelvan a ponerle la venda a la estatua de la justicia y apliquen el derecho sin tener ideas felices. Acabaremos destrozando la herencia de Martin Luther King para quien había que juzgar a un hombre por su carácter y no por el color de su piel. Una igualdad verdadera es posible, pero para alcanzarla hay que respetar la realidad, no castigar a los mejores.

La envidia ha sido mal motor para el progreso. Nadie va a quitar al etíope el premio de su esfuerzo en una carrera en Estocolmo, Madrid o Nueva York. ¿En nombre de qué se le niega a un bombero en Connecticut?

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