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Eva Miquel Subías

En ocasiones veo pulpos

Como la realidad supera siempre a la ficción y a los sueños surrealistas, faltaba entrar en escena, que ya andaba inquieto, el incomparable Zerolo, que ha oficiado un "bautismo" civil, que es algo así como dar una bienvenida "democrática" al pequeño.

Hará un par de semanas tuve un extraño sueño. Y no precisamente como el de Martin Luther King. Circulaba una servidora en una mini embarcación cuando a mi alrededor, en aguas marinas, iban asomando unas cabezas de pulpos, algunas de ellas luciendo llamativos colores. Mi desasosiego absoluto sobrevino cuando pude ver, a través del agua, que apenas había espacio, que todo el fondo era una auténtica maraña de tentáculos y brazos zigzagueantes. Les doy mi palabra de que así fue.

He estado desde entonces intentando descifrar esta pesadilla, este curioso malson, que dicen en mi pueblo. Bien es cierto que no estoy acostumbrada a ello ya que, por fortuna, suelo tener sueños bastante más agradables, unos más creíbles, otros no tanto, unos más placenteros y ciertamente vertiginosos, otros más confortables y cotidianos, en fin, nada del otro mundo, no se vayan a creer. ¿Pero lo de ver pulpos con cabezas rojas, amarillas y azules? Me parece demasiado, qué quieren que les diga.

De todas maneras las piezas comienzan a encajar poco a poco. Sin prestarle demasiada atención a la obviedad de si la noche anterior pude haber cenado algún plato con alguno de estos moluscos cefalópodos y éstos, haciendo gala de su protección en algunos ámbitos tan ecofriendly se me pudieran haber alborotado, barajemos ciertas hipótesis.

Descartada una primera y absurda idea de que el espíritu de algunos de los personajes freaks a los que Javier Cárdenas nos tenía acostumbrados del tipo Carlos Jesús y Micael se han apoderado de muchos de nuestros políticos en plena campaña electoral, reconozcamos que no son pocos los que apuntan maneras.

La campaña no podía empezar de manera más prometedora. La ministra de Igualdad situaba en un mismo plano el hecho de interrumpir voluntariamente un embarazo a los dieciséis añitos con la opción de "ponerse tetas" a la misma edad, al tiempo que calificaba a un feto de ser vivo, pero no humano, como los pulpos que me rodeaban en mi sueño.

Mientras Carlos Fabra confesaba mostrarse muy respaldado por el presidente de los populares, preguntándose aquello de si era necesario acostarse con él aun admitiendo que no se trataba de su tipo, mi querida y estimulante Leire Pajín nos alertaba de un acontecimiento histórico sin igual en nuestro planeta por la coincidencia en el tiempo del mandato presidencial de Barack Obama y la presidencia europea que ostentará su líder natural, a la sazón jefe del Gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero. Tot plegat es de coña marinera, si me permiten, pero ya me van cuadrando las cosillas.

Y lo mejor de todo es que las palabras de la secretaria de Organización del PSOE no son fruto de los nervios ni de una espontaneidad innata ante los micrófonos. Se trata de una lectura concienzuda de un discurso previamente pensado, estudiado, redactado y es de suponer, repasado, que es la mejor manera, como diría el sabio Churchill, de improvisar un speech. Eso, amigas y amigos míos, es de nota.

Pero como la realidad supera siempre a la ficción y a los sueños surrealistas, faltaba que entrara en escena, que ya andaba inquieto, el incomparable Pedro Zerolo, que ha oficiado un "bautismo" civil, que es algo así como dar una bienvenida "democrática" al pequeño, leyendo los Derechos del Niño recogidos en la Convención Internacional de la Infancia y declarándole "ciudadano de Madrid" bajo los principios de libertad, igualdad y respeto. En definitiva, la idea contemporánea de administrar el primer Sacramento pero sin serlo, más o menos como los canelones del revés de Carme Ruscalleda, pero con la sintonía de David el Gnomo como colofón a la fiesta.

Quiero agradecer muy sinceramente a todos ellos que me hayan hecho comprender mis premonitorias alucinaciones y me hayan ayudado a mitigar mi angustia. Y quizás alguien debería explicarle al niño de El Sexto Sentido –que sólo con verlo me entran escalofríos– que sus visiones se debieran probablemente a la coincidencia con algún período preelectoral y a la presión y al estrés de una campaña electoral sin precedentes. Afortunada soy de ver sólo pulpos.

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