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Alberto Acereda

El hipnotista

Esta falta de conocimiento de la historia y estas meteduras de pata son impropias de un presidente norteamericano. De haberlas realizado Bush estarían ya en las portadas de todos los medios de comunicación internacionales.

Ya son cada vez más los que van despertando de la hipnosis y empiezan a ver la realidad de lo que es Barack Obama. Mucho quisiéramos no tener que escribir tanto sobre este personaje, pero la actualidad es la que es. Y aquí, como allí, no pasa día ni una semana sin que Obama ocupe portadas, columnas y programas televisivos. El joven y apuesto candidato, hecho luego presidente, apareció ante el mundo hace unos meses como figura "transformacional", como la nueva imagen post-post que iba a cambiar el tono político y arreglar el mundo. Algunos ya cuestionamos a Obama desde el inicio y, lejos de la hipnosis colectiva, auguramos que su elección y llegada a la Casa Blanca resultaría un error no ya sólo para los Estados Unidos, sino para la mejora del escenario geopolítico internacional. Los más recientes (y aun retocados) datos económicos no pueden esconder que la economía norteamericana sigue sin levantar vuelo. El déficit y el intervencionismo de Bush son hoy migajas comparadas con el gigantesco gasto público de Obama y la nacionalización del sector privado.

En el interior, y por obra del hipnotista, Estados Unidos ha pasado de "General Motors" a "Government Motors". En el exterior, Teherán avanza irremisiblemente hacia lo nuclear mientras Israel aparece más solo que nunca. Y todo con el permiso del nuevo revelado. Porque Obama es un político que supo ver la oportunidad de colarse en la fila, adelantar a Hillary Clinton y ganar la presidencia. Aun así, sus meteduras de pata fueron múltiples en su campaña, aunque bien parapetadas por la gran mayoría de los medios, todos o casi todos jugando a su favor.

Valga recordar aquel discurso donde Obama concluía asegurando que con su candidatura había llegado el momento en que "la subida de los océanos empezaba a detenerse y nuestro planeta empezaba a sanar"... En otra ocasión afirmó que en su campaña había visitado ya 57 estados de Estados Unidos y que le quedaba ya sólo uno más que visitar... Cuando el tornado de Kansas hace ahora poco más de un año, Obama aseguró que habían muerto 10.000 personas, cuando la cifra real fue de 12. El hipnotista poseía ya entonces dotes superiores.

Como presidente, Obama afirmó que Nancy Reagan era capaz de hablar con los muertos... Cuando Gordon Brown lo visitó, Obama le obsequió con un paquete de 25 películas en DVD de imposible visualización en Inglaterra... En el show televisivo de Jay Leno, el hipnotista se atrevió incluso a soltar un chiste sobre los paralímpicos... Otro día, su telemprompter confundió su discurso con el del mandatario irlandés... Y cuando el peregrinaje exculpatorio por Europa, el mundo presenció la magnética reverencia al Rey Abdhulla y la debilidad de Obama... A su vuelta de Europa, equivocó el nombre de su ministro de Defensa, con lo que Robert Gates pasó a ser Bill Gates por hipnosis neurolingüística... Esta semana pasada, en la nominación de la jueza Sonia Sotomayor, Obama afirmó que la Constitución de los Estados Unidos tenía veinte siglos... Y hace unos días, en exclusiva entrevista a una televisión francesa, el hipnotizador aseguró que Estados Unidos es una de las naciones musulmanas más grandes del mundo... Y así una pifia tras otra.

Todas estas cosas puede comprobarlas el lector interesado en vídeos e informaciones existentes que prueban cuanto aquí se apunta. Pero lo que ha hecho que muchos, al menos en España, empiecen a salir del estado hipnótico y reverencial hacia Obama, es la afirmación de éste en El Cairo al asegurar que "El islam tiene una orgullosa tradición de tolerancia. Lo vemos en la historia de Andalucía y Córdoba durante la Inquisición". Esta falta de conocimiento de la historia y estas meteduras de pata son impropias de un presidente norteamericano. De haberlas realizado Bush estarían ya en las portadas de todos los medios de comunicación internacionales. Al provenir de Obama, otro es el cantar y otro el rasero. Impropio es también asegurar –como asimismo hizo Obama en El Cairo– que su responsabilidad como presidente de los Estados Unidos es "luchar contra los estereotipos negativos del islam, donde quiera que aparezcan". Busquen ustedes eso en la Constitución Americana a ver si lo encuentran.

Todos estos errores parecerían menos importantes y quedarían en simples anécdotas y meteduras de pata si se tratara de un hipnotizador de segunda fila. Servirían incluso de cortos para vídeos cómicos de pifias de un presidente. Sin embargo, hay que entender todo esto en el contexto de algo mucho más grave: primero, en el marco del paulatino deterioro que de la imagen de Estados Unidos como nación fuerte está gestando Obama ante el mundo; segundo, alimentan la convicción de que hay un novato débil en la Casa Blanca cuya ambición está llevando a América a territorios impensables hasta hace menos de dos años. Porque más allá de las meteduras de pata, lo preocupante es que hay algo siniestro en la obsesión de Obama por pedir siempre disculpas a todos por la historia de la primera democracia del planeta. Obama fue en su día el hipnotista de las masas, más célebre que el mismo Mesmer. El problema es que su hipnosis es inversa: produce cambios negativos.

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