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Hernán Felipe Errázuriz

De Karl Marx a Groucho Marx

La OEA es milagrosa: puede respetar y cumplir el propósito esencial de su carta fundacional, de “promover y consolidar la democracia representativa”, con la participación de los gobernantes cubanos. Es el realismo mágico latinoamericano.

En su agonía, el régimen castrista ha mostrado humor. Fidel y Raúl Castro, fanáticos de las trasnochadas citas de Karl Marx, han recurrido a Groucho Marx. Una de las citas más famosas de Groucho es “Nunca entraría a un club que me aceptara a mí como socios”. Siguiendo al cómico norteamericano, Fidel y Raúl se niegan a aceptar la invitación que les han extendido para reingresar a la OEA. Probablemente, también piensan que con su membresía la institución perdería la seriedad que le queda. Y están en lo cierto.

Con dudosa imaginación, los gobiernos americanos han construido una artificiosa y ambigua excepción a la cláusula democrática, para que Raúl Castro pueda participar en la sede de la OEA, en Washington. Solemnemente, el 11 de septiembre de 2001, en Lima, en otra asamblea de la OEA, los cancilleres del continente se habían comprometido a excluir de sus organismos a los gobiernos que no practicaran la democracia ni los derechos humanos. Ahora, ya no se sienten obligados a respetar esos principios, tratándose de los hermanos Castro.

Además, la OEA es milagrosa: puede respetar y cumplir el propósito esencial de su carta fundacional, de “promover y consolidar la democracia representativa”, con la participación de los gobernantes cubanos. Es el realismo mágico latinoamericano. Una burla. Es que la izquierda latinoamericana no puede contenerse de la nostalgia que le provoca el régimen caribeño, y legitima sus prácticas opresivas y la miseria que por medio siglo ha impuesto en la isla.

La OEA ha recibido permanentemente las más variadas críticas por su ineficacia, dispendio y retórica. Fidel Castro ha sido el más duro y grosero para criticarla: en algún momento la calificó como prostíbulo regentado por el imperio de Estados Unidos. Otros han ironizado, calificándola como un mausoleo de la unidad interamericana, a cargo de una burocracia financiada por Estados Unidos, que aporta cerca del 60 por ciento de su presupuesto.

Lo que hasta ahora no había ocurrido es tomar a la OEA como un objeto de diversión. La tragedia es que la OEA es el principal organismo internacional de América, y eso no tiene nada de cómico, incluso considerando su inoperancia.

Al igual que los hermanos Castro, yo también quisiera citar a Groucho Marx, al menos su epitafio –“Perdonen que no me ponga de pie”–, que grabó en su tumba. La OEA sería divertida si funcionara en otro continente.

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