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José García Domínguez

El nuevo pacto del Majestic

Un ritual de apareamiento con CiU que Mariano Rajoy habría celebrado ante los suyos con las siguientes palabras: "Hoy podemos pactar con casi todo el mundo. La etapa de demonización del PP se ha terminado". Pues, nada, que se besen.

Las dos noticias conviven en alegre promiscuidad dentro de la misma plana del periódico que tengo delante. Según la primera, PP y CiU andan maquinando otro matrimonio de conveniencia con guiños, miraditas, arrumacos, mimos y piropos mutuos. Ritual de apareamiento que Mariano Rajoy habría celebrado ante los suyos con las siguientes palabras: "Hoy podemos pactar con casi todo el mundo. La etapa de demonización del PP se ha terminado". Pues, nada, que se besen.

La segunda, que emerge tras el augurio del feliz enlace, informa de la febril labor inquisidora de un tal Carles Puigdemont, diputado de CiU en la asamblea doméstica. Que internet mediante se faciliten "de manera rápida, ágil y clara" las delaciones anónimas "ante cualquier vulneración de los preceptos lingüísticos vigentes", leo que acaba de exigir en el Parlament ese alguacil del Santo Oficio Catalanista a instancias de su amo y señor, Artur Mas.

Por cierto, los preceptos lingüísticos vigentes, o sea las multas a los tenderos que osen rotular en español, forman parte de la muy generosa dote que el Partido Popular aceptó pagar a Convergencia cuando la parejita contrajo primeras nupcias en el Hotel Majestic de Barcelona, allá por 1996. Así, el contrato de gananciales, además de la defenestración fulminante de Vidal Quadras, incluyó otra cláusula que ordenaba hibernar el PPC sine die.

Nada ni nadie, recuérdese, debía entrometerse, ni mucho menos entorpecer, la ingente labor de construcción nacional que por entonces dirigían los ingenieros de almas de Pujol. Y por lo que se empieza a entrever, la historia se repite milimétrica. Tuve ocasión de comprobarlo en El Álamo, o sea en Gerona capital, hace menos de una semana. Allí, rodeado el exterior del local por los maulets, que acudieron prestos a darnos la bienvenida, Carina Mejías, Santiago Abascal, Francisco Caja y el que suscribe, atónitos, los escuchamos.

Eran militantes de base del PP –ningún dirigente acudió a aquel acto organizado por DENAES–, explicándonos, bajo las atentas miradas de policías locales, mozos de escuadra y escoltas privados varios, que la organización local vegeta sometida al férreo control de nacionalistas fervientes, con el ínclito Enric Millo a la cabeza. "Ni siquiera nos convocan para hacer de interventores en las elecciones. Simplemente, quieren que el partido sea invisible, que se confunda con el paisaje, que desaparezca".

Lo dicho: que se besen.          

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