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Emilio J. González

Demagogia fiscal

Los impuestos van a seguir subiendo, y probablemente mucho, porque ahora llegan las facturas de las francachelas populistas que se ha corrido Zapatero con el dinero de todos.

Zapatero, el de las mercedes, después de liarla con el presupuesto, con tanta dádiva y tanta liberalidad populista, ahora se encuentra con que las arcas de Hacienda están vacías, y ya no sólo no puede seguir financiando sus ocurrencias, sino que en el Tesoro no hay ya dinero ni tan siquiera para pagar las prestaciones por desempleo. Tanta ha sido la prodigalidad de ZP que en la caja del Estado reinan las telarañas. Con semejante panorama, al Gobierno no le restan más que dos opciones: o bien recorta los gastos, o bien sube los impuestos. Lo lógico sería hacer lo primero, porque es lo más positivo para el crecimiento económico y el empleo, como acaba de recordar el Banco de España. Pero ¡ay! eso supone poner coto a un político que cree que se pueden conseguir votos con cargo a la cuenta corriente del Estado –que ya lo pagarán otros– y no quiere prescindir de su gran arma para su estrategia de popularidad. De hecho, y como temía, el quitarse de en medio a Solbes y poner en su lugar a Elena Salgado al final era para que nadie le leyera la cartilla a un manirroto ZP y le dejara hacer y deshacer a su antojo con el gasto público. Así es que como nuestro presidente no quiere olvidarse de la chequera, no le queda más remedio que subir los impuestos para empezar a cerrar el impresionante agujero presupuestario del 10% del PIB, que tanto ha hecho este socialista leonés por crear y agigantar.

Hete aquí, empero, que con esta política ZP se encuentra con la horma de su zapato porque, queriendo ser popular, y populista a toda costa, resulta que a la gente no le gusta que le suban los impuestos, y menos aún por los motivos por los que este Gobierno empieza a incrementar la presión fiscal, en los que la crisis económica tiene menos impacto en las cuentas públicas que el populismo y la negación de la realidad que caracterizan a buena parte de las acciones del presidente. ¿Cómo hacer, entonces, para minimizar las críticas de la sociedad a la subida de impuestos y a un presupuesto que, con tanto agujero, se asemeja cada vez más a un queso de gruyere? Pues con este personaje, tan preocupado por su imagen de líder y tan incapaz de asumir una sola responsabilidad, ya se lo pueden imaginar: buscar razones para justificar que el Gobierno vuelve a meter de nuevo, y cada vez más, la mano en la cartera de los españoles, con argumentos populistas propios de una república bananera gobernada por un régimen de izquierdas.

Ahora resulta que el Ejecutivo, siempre velando por los ciudadanos y siempre tan preocupado por su salud, aprobó el viernes la subida del impuesto especial sobre el tabaco para que los ciudadanos fumen menos. Mensaje subliminal para la parroquia izquierdista: ‘papa’ Estado siempre vela por usted. Se supone, precisamente, que el impuesto especial sobre el tabaco está, precisamente, para desincentivar su consumo, pero si realmente se tratara de eso, ¿no sería mejor que el Estado financiara a los españoles el tratamiento para dejar de fumar? Lo sería, pero claro, si, de repente, todos los fumadores de este país dejaran de lado este hábito, el ‘agujero’ que le iban a provocar a Elena Salgado en los ingresos tributarios iba a ser de campeonato. Porque, y he aquí el quid de la cuestión, resulta que el impuesto sobre el tabaco tiene una enorme potencia recaudatoria –aunque no tanto como la de los gravámenes mayores, o sea, el IVA, el IRPF y el Impuesto de Sociedades– y, además, el consumo de cigarrillos y otras labores apenas reacciona a las subidas de precios. Es decir, que por muy cara que resulte la cajetilla a cuenta de tanto impuesto, el consumo de pitillos y demás apenas varía. Pero claro, la salud y el bienestar siempre es un argumento muy útil, en especial si se trata de correr un tupido velo sobre la realidad presupuestaria, que no es otra que la del desastre a causa de que Zapatero lleva dos años tirando a espuertas el dinero público y ahora no quiere asumir las consecuencias y, con ellas, su responsabilidad en cuanto a la magnitud socioeconómica que está alcanzando esta crisis.

Lo mismo ocurre con la idea que ahora baraja Salgado para seguir subiendo impuestos, idea, sobra decirlo, que también va cargada de mensaje para la parroquia izquierdista. Resulta que el Ministerio de Economía está pensando en incrementar la tributación tanto de los bonus –idea ‘made in Obama’– como de las ganancias de capital. ¿A qué les suena eso? Pues a mandar a la parroquia socialista el mensaje de que aquí, quien va a pagar los platos rotos es quien es el responsable del destrozo, es decir, los codiciosos directivos de las empresas y la banca y los especuladores de los mercados financieros. Sin embargo, y por desgracia para el presidente del Gobierno, las cosas no son tan sencillas. Resulta que en este país hay mucha más gente que cobra bonus que los presidentes, consejeros delegados y miembros del consejo de administración de las compañías, por ejemplo, los mandos intermedios o, fundamentalmente, los comerciales, muchos de los cuales no son precisamente ricos. Y resulta también que, desde que llegó al poder, este Gobierno ha estado obsesionado con las ganancias de capital, cuya tributación ya incrementó del 15% al 18% en la pasada legislatura, sin razón alguna más que la ideológica (puesto que por entonces estábamos en superávit presupuestario). Pero como Zapatero entiende que capital es sinónimo tanto de ricachón como de especulación, pues a meterle más presión fiscal, cuando lo cierto es que eso lo vamos a pagar todos los españoles menos, probablemente, quienes más tienen. ¿Por qué? Porque tres cuartas partes de las familias de este país tienen acciones, fondos de inversión y planes y fondos de pensiones a los que afectan los planes presidenciales, mientras que los millonarios, además de tener a su disposición todo un ejército de asesores financieros y tributarios para minorar lo más posible su factura fiscal, cuentan también con vehículos de inversión que les permite eludir el pago de muchos impuestos. No se llamen a engaño, aquí, quien hace un mayor esfuerzo fiscal no es quien más tiene, sino quien tiene algo, no mucho. Esas son las clases medias, cuyas espaldas soportan casi toda la carga impositiva de este país.

En resumen, los impuestos van a seguir subiendo, y probablemente mucho, porque ahora no sólo llegan las facturas de las francachelas populistas que se ha corrido Zapatero con el dinero de todos, sino que también habrá que pagar las ocurrencias que pueda tener de aquí a las próximas generales. Y como el presidente sigue sin querer asumir la menor cuota de responsabilidad en la llegada y desarrollo de la crisis, necesita buscarse excusas para explicar porque bajar impuestos ha dejado de ser de izquierdas y porque lo que es ahora de izquierdas es subirlos; todo mientras manda mensajes adonde cree que yacen sus caladeros de votos. Así es que la política fiscal española es la de la demagogia tributaria con cargo al ya exhausto bolsillo del sufrido contribuyente.

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