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Adrián Ravier

La salida de la crisis

¿Nos estamos adentrando en una nueva burbuja? ¿Habrá una crisis todavía más profunda en el futuro próximo? ¿Qué podemos hacer para encaminarnos en un desarrollo económico sostenible que dé lugar a la completa erradicación de la pobreza?

El abandono del patrón oro, las dos guerras mundiales y la revolución keynesiana pueden leerse como factores que han contribuido al crecimiento del Estado. A partir de entonces, esta institución comenzó a jugar un rol central y activo en la economía, lo que dio lugar a que el mundo viviera de crisis en crisis, abandonando un estado recesivo para adentrarse en una nueva burbuja que, al explotar, nos retornaba a una situación crítica (unos ciclos económicos que atentan contra el bienestar de todos).

Ernesto Merimeé, profesor universitario y miembro de la Academia Española, se preguntaba incesantemente: "¿Para qué demonios sirve la historia si nadie aprovecha sus enseñanzas?". Y una forma de ilustrar sus palabras es a través de la crisis de los treinta. Hemos cometido los mismos errores que entonces para llegar a una situación muy parecida. Y estamos cometiendo los mismos errores para que la crisis sea prolongada, como ya ha admitido incluso Joseph Stiglitz.

En otra oportunidad, señalamos la errónea interpretación de Paul Samuelson de lo acontecido entonces. Aquí intentaremos agregar cuáles fueron las verdaderas causas por las cuales Estados Unidos abandonó la depresión y se encaminó a ser la principal potencia económica mundial.

No es necesario repetir aquí las causas de la crisis, ni tampoco que Hoover y Roosevelt no sólo no ayudaron a resolver la situación, sino que contribuyeron a agravarla.

Como me ha señalado Alberto Benegas Lynch (h) en diversos artículos, la salida de la llamada Gran Depresión debe estudiarse en: a) lo que la disimuló, concretamente referido a índices de desempleo, dado que se reclutaron 12 millones de personas para las Fuerzas Armadas y b) lo que la revirtió, debido a las políticas que a regañadientes adoptó Truman en cuanto a:

  • La eliminación de los controles de precios.
  • El decreto del fin de la economía de guerra y la liberación de los factores productivos que pudieron destinarse a actividades rentables.
  • La destitución de colaboradores socialistas extremos como Harold Ickes y Henry Wallace y su reemplazo por personas más razonables.
  • La lamentable destrucción de Europa y Japón que convirtió súbitamente a Estados Unidos en una economía exportadora muy competitivo.
  • Una apertura de fronteras que facilitó el comercio, todo lo cual fue ratificado y acentuado por Eisenhower (a lo que, además, añadió la consolidación de una política menos errática de la Reserva Federal y de los tipos de interés).

Pareciera haber un extremo consenso en la opinión pública, y en los especialistas, de que el fin de la crisis global actual no se extenderá más allá del cuarto trimestre de 2009, o del primer de 2010. Sin embargo, Obama está haciendo poco para que esto ocurra.

Aun cuando los índices muestren una mejora económica, creo que los economistas debemos cuestionarnos lo siguiente: ¿Nos estamos adentrando en una nueva burbuja? ¿Habrá una crisis todavía más profunda en el futuro próximo? ¿Qué podemos hacer para encaminarnos en un desarrollo económico sostenible que dé lugar a la completa erradicación de la pobreza? ¿Cómo terminar con estos ciclos económicos que golpean a la sociedad?

La respuesta, a mi juicio, no está en el rol activo que el Estado asumió desde la Revolución Keynesiana. Más bien deberá crearse un contexto macroeconómico favorable al ahorro y a la inversión, para lo que será necesario ofrecer un marco institucional estable, reglas de juego claras y seguridad jurídica. No olvidemos que las depresiones, y más cuando alcanzan tal magnitud, son el fruto de sucesivos errores de política económica.

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