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Tinieblas sobre Irán

Si Obama defiende que cada cual arregle sus problemas como le venga en gana sin temer a América, entonces los ayatolás no han hecho sino seguir su consejo: arreglar sus asuntos a su manera.

Como decíamos ayer, en Irán la esperanza se apaga a cada momento. La pseudo-revolución a la que asistimos por televisión tenía los días contados, y así ha sido. La desproporción entre la fuerza de unos y de otros era grande. Mussavi –hombre del régimen– terminó por quitarse de en medio, dejando a los suyos, y a los opositores verdaderos a él unidos, huérfanos. Éstos han logrado resistir un tiempo, pero no el suficiente. Su única esperanza era mostrar al mundo el injusto proceder del régimen, y que éste se viera forzado de alguna manera a admitir algún tipo de cambio. Durante unos días lo consiguieron proporcionando cierta ilusión de forzar a Ahmadineyah.

No fue así: todo régimen totalitario es despiadado hacia los suyos, y el de Teherán no es una excepción. Cuidadosamente, fue poco a poco eliminando testigos incómodos de las revueltas: desde periodistas hasta diplomáticos y turistas, todos fueron expulsados o aislados, quedándose con las manos libres para hacer y deshacer. La expulsión de periodistas, lejos de ocultar lo que ocurría, lo dejaba bien a las claras: la falta de transparencia augura las peores cosas. Las cifras de muertos oscilan entre la treintena y los doscientos, e incluso parece que pueden ser más.

En cualquier caso, nadie puede afirmar que lo ocurrido le haya sorprendido. Y esto es lo peor. El carácter totalitario del régimen de Teherán es bien conocido, porque dura ya treinta años. El desprecio a los derechos humanos está bien documentado, lo mismo que la violencia contra sus habitantes o la manipulación de referendos o elecciones, algo tradicional en estos regímenes. La teocracia de hoy no es distinta a la de hace dos meses, dos años o dos décadas. Simplemente la hemos visto en funcionamiento. Si durante este tiempo se le han consentido comportamientos aberrantes, ¿por qué en esta ocasión iba a resultar distinto?

Si los que protestaban esperaban contar con el apoyo de las democracias occidentales, iban listos. Con George W. Bush, la democracia en Irán aún tenía una posibilidad. Pero tras el discurso de Obama en El Cairo, el mensaje de la Administración americana es de barra libre para los dictadores del mundo. Si Obama defiende que cada cual arregle sus problemas como le venga en gana sin temer a América, entonces los ayatolás no han hecho sino seguir su consejo: arreglar sus asuntos a su manera. De forma expeditiva y eficiente, eso sí. Las tinieblas que se ciernen sobre Irán son el primero y más oscuro efecto de la era Obama.

De Europa poco podemos decir, salvo que ha mantenido su tradicional posición melindrosa y pusilánime, tanto a nivel nacional como comunitario. Hace pocas fechas sus políticos se desgañitaban pidiendo el voto en nombre de la democracia europea, pero se han quedado afónicos cuando se trata de denunciar los crímenes cometidos por los ayatolás. Antes, Europa de desentendía del problema iraní culpando a Bush de todos los males; ahora se desentiende confiando a Obama todas las soluciones, pese a que éste se niega a buscar alguna. A esta crisis, como a las demás, Europa no ha concurrido. Ni estaba ni se le esperaba.

Una vez aplastada la oposición y realizada la represión, llega el momento de las represalias, venganzas y castigos. Serán ejemplares y crueles, marca de la casa. Sin oposición internacional. Ante el mundo, el régimen sale reforzado, y con él toda su política. Sobre todo, el programa nuclear, instrumento de poder dentro y fuera del régimen teocrático, sigue su marcha lenta. En el fondo hubiera dado igual que Musavi hubiese ganado las elecciones y forzado la salida de Ahmadineyah, porque él está tan nuclearizado como éste. Pero lo ocurrido les demuestra que nadie les pedirá cuentas por él.

Para el futuro, más vale preocuparse. Lo ocurrido estas semanas muestra, primero, que no hay negociación posible ni deseable con un régimen despótico que devora a los suyos sin inmutarse. Segundo, que el régimen iraní está dispuesto a llegar hasta el final sin temblarle el pulso, en cualquier objetivo que se proponga y frente a quien sea. Y tercero, que no hay, hoy por hoy, nadie capaz de ponerle el cascabel al gato, porque todos temen enfrentarse con el problema global que representa para Oriente Medio y la comunidad internacional. Mientras, tinieblas sobre Irán

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