Menú
Eva Miquel Subías

Maldigo mi destino

Loquillo siempre ha tenido clara su defensa sin ambages de la libertad de elección lingüística y la crítica a porcentajes idiomáticos aniquiladores en las escuelas públicas, por poner tan sólo un pequeño pero gráfico ejemplo.

Me van a perdonar, puesto que muy de cerca me toca. Al fin y al cabo, algún día tenía que acabar hablando de quien tiene la culpa de que el rock de los años cincuenta corra por mis glóbulos rojos desde que disfruté mi primer biberón.

Y no se me ocurre mejor momento para hacerlo que con la reposición de la espléndida entrevista realizada a Loquillo y Sabino Méndez por Federico Jiménez Losantos en LDTV.

El Loco más cuerdo que conozco escarba en la Barcelona de los años setenta y sus inicios ochenteros, esa ciudad abierta y cosmopolita repleta de escritores, poetas, cantautores, editoriales, periodistas, la Rambla del Café de la Ópera y del Boadas, los locales clandestinos donde se respiraba humo de cuerda de guitarra y unas ganas tremendas de exprimir cada instante.

Pero más allá de aqurl Cadillac Solitario que tantas veces llegamos a cantar, es algo llamado lealtad lo que ha definido permanentemente a Loquillo y donde, si me permiten, voy a detenerme. Porque siempre se mostró auténtico con respecto a sus orígenes, a su particular visión de la vida y con respecto a quienes le vieron nacer artísticamente hablando, a los que nunca ha olvidado, haciéndolo más genuino si cabe.

Muchos de sus colegas nunca llegaron a entender que dijera las cosas tal y como las sentía, que se mostrara emocionalmente desnudo ante todos sin complejo alguno y defendiera la libertad en todas sus vertientes, no sólo en aquellas en las que protegerla no supone ninguna incomodidad. Los eternos y absurdos debates sobre rock catalán o rock en catalán siempre han estado presentes en nuestra cada vez más endogámica sociedad catalana y el Loco lo ha tenido siempre bien clarito. Cristalino, diría yo. Como su defensa sin ambages de la libertad de elección lingüística y la crítica a porcentajes idiomáticos aniquiladores en las escuelas públicas, por poner tan sólo un pequeño pero gráfico ejemplo.

Volviendo al rock, aunque no me haya ido. Chuck Berry, Little Richard o Chubby Checker tuvieron un inmejorable eco en los conjuntos musicales españoles que asomaban la cabeza a punto de entrar en los años sesenta y a los que la única razón que les motivaba y mantenía unidos en sus orígenes era una sincera y devota pasión por la música. Todavía no eran conscientes de que ese entusiasmo se tornaría por fortuna para muchos en un modus vivendi.

Gay Mercader quiso que Los Sírex, tras haber triunfado por toda España, haber sido los teloneros de Los Beatles en Barcelona y recorrer Sudamérica, regresaran –tras un parón de unos años– para quedarse. Y el Loco grabaría años después con Leslie Maldigo mi destino. Ahora celebran cincuenta años en lo alto de un escenario y Barcelona ha vuelto a estar ahí. El recinto del Poble Espanyol fue testigo de todo ello, de los artistas que se acercaron a apoyarles, de la entrega de ese público venido de muchos rincones de Cataluña, de los episodios vividos tras canciones como Muchacha Bonita, San Carlos Club, Soy tremendo o Que se mueran los feos o de cómo Xavier contaba cómo se declaró a la que fue el amor de su vida con Sin tus cartas hace más de cuatro décadas. Hoy ya no siguen juntos, pero todavía se le eriza el vello cuando la escucha. Suficiente.

De todo eso y mucho más pudo dar fe Barcelona el pasado sábado. Y no podía hacer otra cosa que darles las gracias y mi más sincera enhorabuena. A todos. Sé que Loquillo abrazó a sus queridos amigos desde Montevideo. Sé que diste un achuchón virtual a Leslie, como has hecho siempre honestamente agradecido y así lo sintió. Y como les decía al principio, demasiado cerca me toca como para no decir en este punto: enhorabuena papá. Y no maldigas al destino, tu gran aliado para haber recorrido este largo y fructífero camino. Contigo estamos y sigue cantándonos.

En Sociedad

    0
    comentarios