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Cayetano González

La oferta "trampa" del PNV

Si el PSE entra al trapo que le ha tendido el PNV, habrá empezado a minar la gran esperanza que su acuerdo con el PP despertó en muchos ciudadanos vascos y españoles.

El PNV no acaba de digerir bien haber perdido el poder en el gobierno vasco después de casi treinta años de permanencia ininterrumpida en él. Se puede llegar a entender esta dificultad que tienen los nacionalistas, porque son muchos los militantes y simpatizantes del partido fundado por Sabino Arana que vivían a cargo del erario público y que ahora están teniendo que buscar trabajo fuera de la Administración.

A esta razón de subsistencia hay que añadir otras, para entender mejor este "descoloque" del nacionalismo vasco. El PNV sabe que ETA propició su caída del gobierno vasco. No le prestó los votos que en las elecciones autonómica del 2001 si les dejó –cerca de 80.000– para evitar que el tándem Jaime Mayor Oreja-Nicolás Redondo ganara aquellos comicios y el constitucionalismo llegara a Ajuria Enea. En esta ocasión no ha sido así, y Patxi López es el nuevo lehendakari merced al apoyo del PP.

Además, ETA está propiciando un "frente abertzale" con EA, Aralar, LAB y organizaciones sociales de ese entorno, en el que no quiere que esté el PNV. Un "frente" que en un futuro, si ETA desaparece, podría ser el socio preferente del PSE para el gobierno vasco. Ése es, ni más ni menos, el proyecto de Zapatero para el País Vasco: un gobierno con grupos nacionalistas de izquierdas similar al que el PSC tiene en Cataluña con ERC e IU.

Con ese panorama, el PNV ha decidido mover ficha y ofrecer un acuerdo de estabilidad institucional y presupuestaria al PSE. Los nacionalistas siempre han sabido hacer de la necesidad virtud y al verse desplazados, descolocados, con el agua bastante al cuello, han salido por un registro que además sabían iba a ser recibido con división de opiniones en el socialismo vasco y en Ferraz. Es decir, cuando el actual secretario general del grupo parlamentario del PSOE en el Congreso, el joven diputado Eduardo Madina, dice que él rechazaría una alianza entre el PSE y el PP, está expresando no sólo una opinión personal, sino lo que piensa su jefe Zapatero o muchos dirigentes del PSE y del PSOE que han hecho de tripas corazón al tener que aceptar que para ver a Patxi López como lehendakari no les quedaba otro remedio que aceptar los votos del PP en la investidura.

Por eso, la tentación inmediata del PSE va a ser explorar la sinceridad real del ofrecimiento del PNV, aunque de sobra saben que no lo es. Curiosamente, el socialista vasco que más claramente ha hablado para criticar ese ofrecimiento ha sido el alcalde de San Sebastian, Odón Elorza, que lo ha llegado a calificar de "cinismo político".

Para probar la sinceridad del mismo, no estaría de más que el PNV se pronunciase claramente sobre las siguientes cuestiones: ¿está dispuesto a apoyar mociones de censura en aquellos ayuntamientos donde hay alcalde de ANV? ¿Está dispuesto a firmar un acuerdo con el PSE y el PP donde se comprometa a buscar la derrota total de ETA? ¿Respeta el derecho de los padres a elegir la lengua en la que quieran que sean educados sus hijos? Y por último, ¿se compromete a no volver a cuestionar, como ha hecho en los últimos ocho años, el marco jurídico-político del País Vasco que está definido por la Constitución y el Estatuto de Gernika? Es metafísicamente imposible que la pérdida del poder le haya hecho cambiar tanto al PNV como para que estuviera en condiciones de responder afirmativamente a estas cuatro cuestiones.

Si el PSE entra al trapo que le ha tendido el PNV, habrá empezado a minar la gran esperanza que su acuerdo con el PP despertó en muchos ciudadanos vascos y españoles que vieron en el la oportunidad de un cambio político en el País Vasco después de treinta años de régimen nacionalista. El PNV sabe de esas dudas del socialismo y por eso ha hecho este ofrecimiento, hábil pero absolutamente tramposo.

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