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Agapito Maestre

La "isla" de Castro y la sociedad civil española

Tengo la sensación de que los criminales que acabaron con la vida de los dos sacerdotes españoles en Cuba obedecen a los mismos motivos que las milicias marxistas del siglo veinte utilizaron contra los cristianos en España y la Unión Soviética.

El régimen de Castro mata cada día la idea de isla como "promesa" de la imaginación. El castrismo es la antitesis de la concepción popular de una isla: un tiempo al margen del tiempo, un tiempo real fuera del tiempo, que nos hace soportable las fatigas de la vida. El régimen comunista ha terminado con todo aquello que la imaginación popular asociaba a la palabra isla: un regalo hecho al mundo para días de gozo y paz. La huella de un mundo feliz, la sede de algo incorruptible, en fin, el prodigio de una vida dichosa, que todos esperamos de una isla, han sido borrados por el régimen criminal de Castro.

El papel de la isla de Cuba en la cultura humana, especialmente en la hispánica, siempre fue de nostalgia y anhelo de un "Mundo Mejor". Por desgracia, esa contribución histórica ha sido arrollada definitivamente por el comunismo castrista. Así, al menos, lo he sentido yo, cuando he leído que han matado en La Habana al sacerdote español, Mariano Arroyo Merino, cinco meses después de haber asesinado en circunstancias parecidas a otro cura español, Eduardo de la Fuente Serrano. Eran amigos y estaban empeñados en que no desapareciese de Cuba la idea popular de isla. Eran, sí, otros dos católicos, otros dos sacerdotes españoles, muertos en labores humanitarias.

¿Cuántos curas y monjas, religiosos y religiosas, de origen español han muerto por ese "Mundo Mejor" fuera de España? Es importante saberlo, pues que son lo mejor de nuestra sociedad civil. ¿O es que acaso alguien que está dispuesto a entregar su vida por una buena causa, por la consecución de bienes comunes, no puede ser considerado un referente fundamental de la sociedad civil? Es obvio, y así lo demuestra una vez más el asesinato de estos dos religiosos españoles, que una parte sustancial de la llamada sociedad civil española es de confesión católica.

He ahí la principal razón de una elemental verdad: España es, según una extendida opinión, la mayor productora de santos del siglo XX. Las milicias comunistas, sin duda alguna, han contribuido a elevar a los altares a miles de mártires. Fueron ejecutados sólo por ser cristianos. Tengo la sensación de que los criminales que acabaron con la vida de los dos sacerdotes españoles, dicho sea a la espera de que el Ministerio de Asuntos Exteriores de España nos ofrezca otra explicación, obedecen a los mismos motivos que las milicias marxistas del siglo veinte utilizaron contra los cristianos en España y la Unión Soviética: odio y resentimiento a quienes entregan su vida por labores humanitarias. Y políticas, en el mejor sentido de la expresión, o sea, por un "Mundo Mejor".

En fin, el régimen de Castro ha convertido una promesa, que eso es toda isla en la imaginación de los ciudadanos responsables, en un infierno, al que gusta acercarse de vacaciones la otra cara de las sociedad española, esa cara horrible y desencajada, que conocemos por gentío o chusma a la búsqueda de "hedonismo" prostituido.

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