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EDITORIAL

Moratinos pone una vela a la mordaza chavista

Moratinos considera "satisfactorio" el régimen de libertades de una autocracia que cierra las emisoras y persigue a los periodistas que le son contrarios. Un régimen contra el que, por tanto, no tendría nada que oponer si se implantara en España.

Tras cinco años, parece evidente que la política exterior española diseñada por Moratinos y amparada por Zapatero se basa en estrechar lazos y acercarse a todos los caudillos de extrema izquierda que con mayor profusión violan las libertades de sus ciudadanos. Al fin y al cabo, el invento de la Alianza de Civilizaciones no era más que una excusa para dar apariencia de respetabilidad a unas tiranías islámicas que encarnaban los valores opuestos a aquellos que constituyen la base de las democracias occidentales y gracias a los cuales Zapatero ocupa la posición que ocupa y, sobre todo, con las limitaciones y garantías con que la ocupa.

Las afinidades del Gobierno socialista no sólo se extendían a las satrapías islámicas, sino que abarcaban cuanto tirano se le cruzara por en medio, en especial, si esos tiranos residían en el continente latinoamericano. La debilidad por los Castro, Chávez y Morales de turno era tan grande que prácticamente ningún incidente ha logrado empañar mínimamente las relaciones diplomáticas, ni siquiera cuando se han atacado directamente los intereses españoles en la zona.

Ciertamente, no quedaba muy claro si la postura del Ejecutivo se debía a una cierta soledad y aislamiento exterior que le obligaba a alinearse incluso con los más indeseables de la escena internacional, o si verdaderamente existía una especie de admiración por esos regímenes autoritarios que les servían como modelo para reconstruir la democracia española a su medida.

Sin embargo, conforme el aislamiento diplomático español se ha ido resquebrajando en buena medida gracias a las promesas de sumisión eterna a Sarkozy y a Obama, España no ha ido alejándose de estos peligrosísimos compañeros de cama y, de hecho, continúa defendiendo lo indefendible con garras y dientes con tal de no mancillar la imagen de sus aliados bolivarianos.

El último despropósito, como no, lleva la impronta del jefe de la diplomacia española y pasa por defender la existencia de un "satisfactorio" régimen de libertades en la Venezuela chavista y, muy en particular, en el campo de la libertad de expresión.

Moratinos está alabando a una autocracia que sólo en el último año ha cerrado Radio Caracas Televisión, está intentando censurar a Globovisión, ha revocado las licencias de 285 emisoras de radio; en todos los casos, por mostrar discrepancias con la cada vez más avanzada dictadura comunista de Chávez. Incluso se atrevió a secuestrar al periodista Luis Herrero por resultar incómodo al régimen. Y por si fuera poco, el Ejecutivo venezolano está preparando una ley que cree la figura de "delito mediático" con la finalidad de "regular la libertad de expresión", metiendo en la cárcel a tantos periodistas díscolos como sea necesario (quienes, de todas formas, ya se ven sometidos a las continuas amenazas y extorsiones del Estado y de sus círculos bolivarianos).

Ése es el régimen de libertades que Moratinos considera "satisfactorio" y contra el que, por tanto, no tendría nada que oponer en caso de que fuera implantado en España. Ya sea por la típica enfermedad mental de la izquierda española que considera a América del Sur un páramo civil sólo gobernable con caudillos de izquierda y en el que las normas democráticas más elementales quedan en suspensión o bien, lo que sería mucho más grave, porque realmente piensa que cerrar emisoras y perseguir a los periodistas entra dentro del espectro legítimo de competencias del Estado, Zapatero ha de desautorizar a su ministro de Asuntos Exteriores. En caso contrario, habrá que entender que está de acuerdo con sus palabras y que eventualmente la democracia española podrá surcar aguas similares.

Por desgracia es improbable que lo haga. Primero porque a buen seguro comparte la letra y el espíritu de las declaraciones de Moratinos y, segundo, porque España, guardando las distancias, ya se está dirigiendo hacia un destino parecido: ahí quedan el proyecto de ley del Estatuto del Periodista o los órganos censores públicos como son los Comités Audiovisuales de las distintas comunidades autónomas. No sabemos qué es más inquietante, si lo que dice Moratinos o lo que realmente piensa y se calla.

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