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Jeff Jacoby

En Massachusetts también cuecen habas

"En Massachusetts son los peores hombres quienes llegan a la legislatura", dijo Gerry ante la Convención Constitucional de 1787, y "varios miembros de ese organismo han sido condenados últimamente por delitos infames".

Que los parlamentarios de Massachussetts son un colectivo ruin no es exactamente una noticia de última hora. En sus notas sobre la Convención Constitucional de 1787, James Madison registra los comentarios de Elbridge Gerry, delegado de Massachusetts y futuro gobernador, sobre el calibre moral de los políticos de Massachusetts:

"En Massachusetts son los peores hombres quienes llegan a la legislatura", dijo Gerry ante la convención, y "varios miembros de ese organismo han sido condenados últimamente por delitos infames". El congreso del estado era un lugar en el que "hombres ignorantes y viles no escatiman medios, por sucios que sean, para cumplir su objetivo”. No ha cambiado gran cosa en 222 años, excepto que ahora también hay mujeres ignorantes y viles.

Lo que Gerry quería decir es que la democracia no supone garantía alguna de buen gobierno, puesto que los votantes eligen con cierta frecuencia a caraduras sin ningún mérito. Pero hasta él se habría quedado atónito ante la disposición de los votantes de Massachusetts de hoy en día a seguir votando a esta panda de vagos en lugar de expulsarlos. Año sí y año también, elección tras elección, la aplastante mayoría de los congresistas del estado sale reelegida, con frecuencia sin tener que pasar siquiera el trámite de enfrentarse a un contrincante en las urnas. Nada de lo que haga el congreso parece preocupar a los votantes el tiempo suficiente como para suponer un cambio: ni conducir al estado a la insolvencia a base de gastar y gastar, ni aprobar la mayor subida de los impuestos de la historia de Massachusetts, ni frustrar iniciativas aprobadas en referéndum, ni respaldar incondicionalmente a líderes legislativos corruptos, ni cubrir puestos de funcionario vacantes con parientes.

No hay que sorprenderse, por tanto, de que tantos senadores y representantes hayan aprendido la lección de que pueden ignorar vilmente el cabreo de los electores o que, si se deciden a aplacarlo, basta un simple gesto. "Si a la gente no le gusta", dijo con prepotencia la lrepresentante estatal Joan Menard hace algunos años, cuando el congreso estaba siendo castigado por haberse aprobado a sí mismos un incremento salarial "de emergencia" del 55%, "dejemos primero que nos chillen y luego esperemos a que se pase el chaparrón”. Y lo que es pasar, la verdad es que pasa, en general mucho antes del día de las elecciones. ¿Por qué habriá de ser diferente ahora?

El Globe informó en una noticia de portada la pasada semana que "la cultura política y ética del congreso de Massachusetts ha alcanzado su punto más bajo en décadas" y que "los ciudadanos no están de humor para mostrar respeto a quienes trabajan en Beacon Hill”, lugar donde se encuentran las instituciones legislativas del estado. El representante Dennis Guyer, de Dalton, dijo estar "atónito" tras descubrir que la gente le enseña el dedo en la autopista. Lejos de estar sorprendidos, sin embargo, otros legisladores simplemente se muestran indiferentes ante la ira de la opinión pública. "Estamos desarrollando una labor importante para la que la gente nos envía al congreso", dijo el representante David Linsky, demócrata de Natick. No olvide al presidente de la Cámara Robert DeLeo: “No podemos dejar que un incidente destruya todo lo bueno que hemos hecho.”

Espero que pueda perdonarme, señor presidente, pero es difícil fijarse en "todo lo bueno" que han hecho usted y sus colegas cuando su predecesor se ha convertido en el tercer legislador imputado en un breve espacio de tiempo. O cuando dos senadores del estado dimiten al ser imputados a su vez: uno por aceptar sobornos, el otro por acosar en público a las mujeres. O cuando los periódicos denuncian los fraudes de los que hacen uso para subirse dramáticamente las pensiones a ustedes mismos y a sus amigos. O cuando sus integrantes rechazan suprimir un par de "fiestas" falsas cuya única finalidad real es conceder dos días adicionales de vacaciones pagadas a los funcionarios públicos.

¿Incluye "todo lo bueno" que ha logrado el Congreso de Massachusetts la subida del 25% en el IVA que votaron a favor las dos cámaras? ¿Incluye la subida salarial automática que se embolsaron los congresistas este año mientras cientos de miles de residentes de Massachusetts perdían sus empleos? ¿Incluye la subida en el impuesto de las gasolinas que parece estar convirtiéndose en una costumbre?

Hace unas semanas, después de meses de escrutinio mediático, el congreso acordó por fin eliminar parte de los abusos más notorios en el sistema público de pensiones. Para cualquier votante de Massachusetts que se respete, la medida llegó tarde y mal; cuando lleguen las elecciones de 2010 seguirán conservando la intención de votar en contra de la hedionda cultura política de Massachusetts.

¿Pero cuántos votantes hay así? Los congresistas ya están echándose flores por haber dado "un paso monumentalmente importante" y haber "empezado a restaurar la confianza de la opinión pública en el Gobierno". Es difícil creer que alguien se vaya a tragar tan interesadas paparruchas. Una vez más, los votantes de Massachusetts han mantenido unos estándares demasiado bajos durante demasiado tiempo. Se lo podría haber dicho Elbridge Gerry.

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