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Aníbal Romero

La responsabilidad histórica de los militares

El despotismo de Chávez es inocultable y se hará día a día más patente, a pesar de lo que digan mentirosos y oportunistas como Moratinos, Lula, Bachelet y todo el resto de desvergonzados alcahuetes de la izquierda internacional.

El régimen imperante en Venezuela está lleno de paradojas. Por un lado enarbola la soberanía frente al imperialismo y por otro se subordina a la Cuba castrista. Nunca antes un mandatario venezolano había colocado a su nación y a sí mismo en tal estado de dependencia, como lo ha hecho Hugo Chávez con respecto a Fidel Castro. La educación, la salud, la política exterior y de seguridad y defensa venezolanas son dirigidas desde Cuba y supervisadas por cubanos. No obstante, nuestro caudillo pretende representar la liberación del pueblo. Los voceros del régimen hablan de soberanía alimentaria, pero nunca Venezuela había dependido más de las importaciones en medio de la ruina de la agricultura y la ganadería, asfixiadas por la demagogia de un régimen corrupto y depredador.

En realidad, tal "liberación" no es más que una consigna para engañar a los ingenuos izquierdistas europeos que aún creen en Chávez, pero en términos concretos significa mayor opresión política. Venezuela es empujada hacia una nueva versión del comunismo cubano, centrado en el férreo control de las áreas estratégicas de la vida social y el establecimiento de mecanismos que garanticen la indefinida perdurabilidad en el poder de las élites revolucionarias dominantes. El caudillo y sus secuaces proclaman su amor por el pueblo, pero en verdad colocan a las grandes mayorías en condición de servidumbre, haciéndolas depender de un Estado todopoderoso que les cambia el pan por fidelidad política.

Lo que le falta al régimen es fervor genuino de parte de sus presuntos seguidores. Si alguna vez Chávez y su trágica revolución fueron objetos de adoración, ese tiempo ya concluyó. Lo que ahora existe es resignada sumisión, que se observa en los rostros de las pobres gentes que el régimen moviliza a sus actos de masas, vistiéndoles con las franelas rojas de una renovada esclavitud. El modelo bolivariano se traduce en unas élites que dominan y unas masas sumisas, a las que se quiere dejar en permanente situación de pobreza y dependencia.

El despotismo de Chávez es inocultable y se hará día a día más patente, a pesar de lo que digan mentirosos y oportunistas como Moratinos, Lula, Bachelet y todo el resto de desvergonzados alcahuetes de la izquierda internacional.

Ahora bien, este despotismo no podría existir y consolidarse sin el respaldo militar que disfruta el caudillo. La izquierda resentida y vengativa que nos gobierna sobrevive gracias al apoyo de un sector castrense entregado al proyecto de cubanización de la vida venezolana. Por ello me parece importante advertir a los militares venezolanos, como profesor que fui durante más de dos décadas en sus institutos de formación profesional, que la Fuerza Armada no puede ni podrá eludir su responsabilidad por las terribles consecuencias del rumbo actual de Venezuela, arrastrada por la ambición y el delirio de un hombre que llegó al poder con un mensaje de cambio democrático, ocultando deliberadamente su intención de imponer el comunismo castrista.

Los abusos del régimen, su alianza con los terroristas de las FARC y del Medio Oriente, sus violaciones a los derechos humanos fundamentales y su empeño de hundir a Venezuela en el abismo comunista no podrán ser desconocidos por nuestros militares cuando llegue la hora de hacer justicia. Y nada dura eternamente.

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