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Dario Migliucci

El ataque a la Iglesia de los camisas verdes

Pese a ser un partido minoritario, la Liga Norte sigue dominando la escena política italiana. Cada día un nuevo disparate, una táctica con la que el partido de Bossi consigue satisfacer a su electorado.

¿En qué país un Gobierno de derechas puede gobernar sin el respaldo de los jefes de las industrias, sin el apoyo de los intelectuales conservadores y sin la bendición de la Iglesia? En Italia eso ocurre, y sin que nadie se asombre demasiado. Los más célebres pensadores de la derecha, comenzando por el inolvidable Indro Montanelli (1909-2001), abandonaron a Berlusconi y a sus aliados ya en 1994, es decir, justo después de que el Cavaliere anunciara su decisión de entrar en el mundo de la política. Los grandes empresarios italianos se alejaron de Berlusconi hace unos tres años, en vísperas de las elecciones generales del 2006. Ahora le toca a la Iglesia Católica, cada vez menos tolerante con la actitud y los disparates del Ejecutivo.

La verdad es que la comunidad católica italiana lleva mucho tiempo criticando la política de la derecha del BelPaese, sin embargo sólo en las últimas semanas se ha llegado al choque frontal entre religiosos y conservadores. Esto se debe, en parte, a los escándalos sexuales que han involucrado a Berlusconi, una triste historia protagonizada –tal como lo cuentan los periódicos de todo el mundo– por prostitutas de lujo, menores de edad con ambiciones de entrar (a toda costa) en el mundo del espectáculo y atractivas mujeres que habían llegado a la política por méritos que nada tenían que ver con su capacidad de ocuparse de la res publica.

Sin embargo, es precisamente en estos últimos días cuando las relaciones entre Estado e Iglesia han empeorado de forma dramática. Responsable de esta crisis es la Liga Norte, el controvertido partido secesionista de Umberto Bossi, el aliado incómodo, pero indispensable, del Cavaliere. Ante todo, los movimientos católicos han criticado la aprobación de una ley, requerida por los camisas verdes, que tolera la organización de "rondas", patrullas de ciudadanos (a menudo militantes extremistas del mismo partido independentista), con el cometido de vigilar los barrios contra delincuentes y clandestinos. Al mismo tiempo la Liga Norte, todavía insatisfecha, alcanzaba otro importante éxito para su propaganda, la introducción del delito de inmigración clandestina, una norma que la Iglesia ha rechazado sin más.

Acto seguido, los camisas verdes han llevado a cabo otra insensata provocación, un disparate que ha herido la sensibilidad de los católicos. En una página web del movimiento de Bossi apareció un juego en el que se invitaba a "eliminar" de la pantalla a los barcos de los inmigrantes que se dirigían hacia la costa. Una broma de pésimo gusto, más aún cuando justo unos días antes un buque cargado de africanos se había hundido en el mediterráneo provocando varias decenas de víctimas. El Vaticano no ha podido callarse y ha criticado no sólo el macabro juego, sino también la decisión de "algunos gobiernos occidentales" de cerrar los ojos, abandonando a los inmigrantes a una muerte horrible.

Tras esta larga serie de acusaciones, el periódico La Padania (órgano oficial de la Liga Norte), ha decidido responder a la Curia de Roma, llegando a amenazar con la revisión de los pactos de Letrán, que desde hace décadas regulan las relaciones entre Roma y el Vaticano. Y a eso hay que añadir que hace poco unos miembros del partido independentista han llegado a tachar de comunista al arzobispo Agostino Marchetto, quien se había atrevido a criticar el escaso sentido de caridad cristiana del Gobierno.

En suma, está ocurriendo lo que muchos habían previsto tras la victoria electoral del centroderecha en las elecciones del 2008. Pese a ser un partido minoritario, la Liga Norte sigue dominando la escena política italiana. Cada día un nuevo disparate, una táctica con la que el partido de Bossi consigue satisfacer a su electorado. Por supuesto, las críticas también se multiplican, y no sólo por parte de la oposición y de las autoridades religiosas. Los mismos aliados del centroderecha parecen estar hartos de los despropósitos de los camisas verdes. En los últimos días, la Liga Norte ha vuelto a proponer la sustitución del himno nacional italiano, la introducción de símbolos regionales en las camisetas de los deportistas y la financiación de programas en dialecto para la televisión pública, propuestas indignantes para quienes tienen un ideología de derechas.

Al fin y al cabo, la verdadera esencia de la Liga Norte es la ante todo la de un movimiento populista y secesionista.

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