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Alberto Acereda

Mes del legado hispano

Los republicanos deben entender que los hispanos comparten unos valores y principios que, bien explicados, están más cerca del GOP que del Partido Demócrata.

En 1968 el presidente Lyndon B. Johnson obtuvo autorización del Congreso estadounidense para proclamar una semana de septiembre como la "National Hispanic Heritage Week", o sea siete días que servirían para celebrar actividades ligadas al legado hispano y para que el país entero recordara dicha herencia histórica y cultural.

Ocho años después, y con el objeto de fomentar la participación, el presidente Gerald R. Ford pidió a las escuelas y otras organizaciones que participaran a fondo en dicha semana de homenaje a la herencia hispana. En su discurso del 4 de septiembre de 1974, Ford afirmó cómo las raíces hispanas de lo que hoy es Estados Unidos se remontaban a más de cuatro siglos y cómo antes de la llegada de los peregrinos ingleses a Plymouth Rock, España ya había mezclado aquí su sangre asentándose en territorios que hoy son la Florida o Nuevo México, entre otros. Ford entendió bien cómo desde entonces la contribución hispana resultaba una influencia vital para el crecimiento cultural y social de Estados Unidos.

Ronald Reagan dio un paso más y entendió mejor que ningún otro presidente la importancia de los hispanos en el pasado, presente y futuro de la nación norteamericana. En 1988, Reagan decidió ampliar esa semana a un mes entero y estableció la ley 100-402 para la celebración del mes de legado hispano, el "National Hispanic Heritage Month". El 13 de septiembre de ese año (lo recuerdo porque coincide exactamente en la fecha con mi llegada a este país), Reagan habló desde el Rose Garden de la Casa Blanca.

Fue entonces cuando Reagan recordó ante millones de estadounidenses cómo a través de los siglos y por toda la gran nación norteamericana, miles de personas de descendencia hispana, bien desde España o desde las Américas, habían escrito innumerables y ejemplares capítulos en la historia de Estados Unidos. Reagan vio ya entonces cómo esos hispanos reforzaban los valores compartidos de fe, libertad y oportunidad.

Portadores de innumerables dones para Estados Unidos, Reagan vio a los hispanos como individuos cercanos a su ideario: gentes capaces de perpetuar las tradiciones de su origen y combinarlas con el sueño americano de avance y prosperidad. Los logros de esos hispanos reflejaban –según Reagan– el hecho de que como norteamericanos tenemos la suerte de disfrutar de la libertad para vivir, para trabajar, para rezar y para construir una mejor vida para nosotros mismos y para nuestras familias.

Reagan entendió que aquellas contribuciones de los hispanos en todos los campos de la vida norteamericana merecían el recuerdo y la honra durante unos días, al menos como testimonio de agradecimiento por su amor y compromiso con este país.

 

Entre el 15 de septiembre y el 15 de octubre se ubicaron las fechas para celebrar anualmente el mes del legado hispano. La mitad de septiembre marcaba el aniversario de las independencias de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, así como el hecho de que México y Chile tuvieran también en septiembre fechas importantes para su historia. A eso se añadía también el 12 de octubre, conocido como el Día de Coló y, entre los hispanos, como Día de la Raza.

Después de Reagan, todos los presidentes norteamericanos continuaron esta tradición de conmemorar y celebrar las tradiciones culturales de la comunidad hispana en Estados unidos. Lo hizo el primer Bush, lo hizo Clinton y también, especialmente, George W. Bush. Hace ahora un año, éste reafirmó esos mismos valores y el gran logro de que todos los hispanos estuvieran viviendo "todas las bendiciones de la libertad". Bush destacó la gran tradición de los hispanos en su servicio a las Fuerzas Armadas norteamericanas y los sacrificios de esos por defender la libertad.

Al hilo de esta celebración que viviremos los norteamericanos en poco más de una semana, justo es apuntar un asunto que daría para otra columna aparte. Me refiero al hecho de que el Partido Republicano debe darse cuenta de la importancia que tienen los hispanos para el futuro de Estados Unidos. A día de hoy los hispanos constituyen la primera minoría en este país, con una población que aumentará notablemente su presencia en las próximas cuatro décadas y que pasará de los 47 millones en 2008 a 133 millones en 2050. De ser el 15% de la actual población norteamericana los hispanos alcanzarán el 30%.

El Partido Republicano puede y debe atraer a los hispanos a los valores que configuran el ideario liberal-conservador norteamericano y los valores de defensa de la libertad, la vida, la propiedad y el respeto a la legalidad. Los gestos de falsa complacencia para un mero intento de obtener el voto hispano sobre cuestiones meramente ligadas al asunto migratorio resultan fracasos, como vimos ya en las últimas presidenciales con McCain.

Los republicanos deben entender que los hispanos comparten unos valores y principios que, bien explicados, están más cerca del GOP que del Partido Demócrata. Se trata de explicar esos principios y no caer en el victimismo y el falso peloteo que tanto usan los demócratas respecto a los hispanos. Porque si los demócratas obtuvieron el voto hispano en 2008 no se debió tanto a que al hispano le convenzan los principios del Partido Demócrata, cuanto al hecho de que los republicanos han hecho poco o nada para atraer de verdad a los hispanos.

Y es una pena porque la historia muestra que la mayoría de los hispanos votaron casi siempre a presidentes republicanos, desde Lincoln a Reagan y también a Bush. Este mes del legado hispano debería ser para el GOP un primer paso en esa dirección.

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