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José Antonio Martínez-Abarca

Pajín atrapa moscas

Porque en realidad eso es lo insoportable. La ausencia total de lecturas que podemos sacar de la imagen. La atónita postmodernidad insignificante en su más hinchada expresión.

Efectivamente, cada cual da "el significado que quiera" a lo del mitin socialista del puño en alto en Rodiezmo, como dicen las miembras del famélico orfeón. Es imposible pensar, por ejemplo, que la treintañera ministra de Igual Da Bibiana Aído o la no menos vernal secretaria de Organización del PSOE Leire Pajín tuviesen la más mínima noción histórica, política o reivindicativa de lo que estaban haciendo con su mano crispada, porque salieron en probeta de la sede del partido al organismo oficial (Pajín volvió en el mismo vehículo, tras bajar del avión transcontinental en que la montó Zapatero, de nuevo a la sede del partido), sin pasar entre medias por el trabajo ni pisar la calle. Ni la fábrica. Ni mucho menos la mina. Por no pisar, estas guardianas del Feministo no han pisado jamás ni suelo.

Más que interpretando un papel tardío y coral en la película Novecento o componiendo una ilustración para alguna novela de Emilio Zola, este par de perlas cultivadas de la ingeniería social (¿alguien recuerda que Josep Borrell ya teorizó en un libro sobre esta particular isla Utopía socialista, de la que saldrían estas resultantes, hace ya muchos años?) daban una impresión tan poco propia que, durante la escenificación de "la internacional", parecían estar agarrándose dificultosamente a la barra del coche de línea tras haber disfrutado de unas bien regadas fiestas del pueblo, con un descolocado pañuelo rojo de acabar de correr las vaquillas o de asaltar embozadas alguna comisaría nocturna como "pijiborrokas". ¿O tal vez aquello de solevar el ala colectivamente era un anuncio de desodorante? Ya ven, señoritas Pajín y Aído, como nos acercamos bastante al preciso significado que creen ustedes que tuvo lo suyo.

Porque en realidad eso es lo insoportable. La ausencia total de lecturas que podemos sacar de la imagen. La atónita postmodernidad insignificante en su más hinchada expresión (Pajín traía un no sé qué de la faz de Felipe González en la época en que se le hinchaba el morrillo y se le achinaban los ojos con las inyecciones de cortisona). La ausencia de motivos, políticos o de cualquier otra clase, en esas rosas sonrisas húmedas de niñas satisfechas, aisladas de las asechanzas del mundo real y confiadas de su futuro en una España que a lo mejor no lo tiene. Se sabían parte del espectáculo hueco, tan hiriente para la burguesía como un belén viviente a cargo de alumnos de los escolapios, y no recomendaron a los parias de la Tierra que si no tenían pan comieran croissants porque nadie les puso una alcachofa delante. Discrepo de algunas voces del PP. No nos podemos sentir amenazados por sus puños en alto, porque a lo mejor lo que acababan es de atrapar una mosca.

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