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Florentino Portero

¿Qué escudo?

Bush apostó por una respuesta contundente, que afectaba tanto a Irán como a Rusia, al tiempo que reforzaba su vínculo con Europa Oriental. Obama ha optado por un modelo más dinámico y gradual, en la confianza de que todavía hay tiempo para la diplomacia.

Por fin el presidente Obama ha desvelado su esperada revisión de la defensa antimisiles en Europa. De sobra es conocido que a los demócratas no les entusiasman los escudos. Desde los días de Reagan han expresado en muchas ocasiones que este tipo de defensa tiene un gran potencial desestabilizador. Es normal si tenemos en cuenta su fe en los acuerdos de control de armamento. Cuando el presidente Bush planteó el despliegue de la Defensa contra Misiles Balísticos norteamericana en Europa, estableciendo un radar en Chequia y silos para misiles en Polonia, no tardaron en plantear sus dudas, dudas que no dejaron de crecer ante el firme rechazo de Rusia.

Un proceso de revisión de esta naturaleza implica la activa participación de militares, analistas y, sobre todo, de la Comisión de Defensa del Senado, que actúa como crisol de posiciones en busca de un acuerdo lo más amplio posible. Ya antes del verano el acuerdo había quedado perfilado en lo fundamental. Si el desarrollo del programa iraní de misiles de largo alcance continúa al ritmo actual, cabe pensar que en los próximos años no supondrá una amenaza real para Europa, por lo que el despliegue previsto no es necesario por el momento. Los misiles de corto y medio alcance iraníes pueden ser derribados con una defensa de teatro, de más fácil despliegue y menos irritante para alguna de las potencias regionales. Por ello en el corto plazo los destructores norteamericanos de la clase Arleigh Burke dotados del sistema de combate Aegis proyectarán su escudo desde el Mediterráneo Oriental para, más adelante, dar paso a un sistema establecido en tierra que, muy posiblemente, se base en la última generación de Patriot.

La opción elegida no supone el definitivo arrumbamiento del plan propuesto por Bush. La revisión está inserta en una estrategia de negociación y abierta a distintas posibilidades. En el caso de que el programa de misiles de largo alcance iraní avance, en paralelo a su programa nuclear, cabe la posibilidad de que se vuelva a considerar el despliegue del escudo estratégico en Chequia y Polonia.

Los cambios establecidos por Obama tienen implicaciones varias que conviene valorar. 

1.- Se parte de una hipótesis que puede ser cierta o no. Los fracasos sucesivos de la inteligencia norteamericana están demasiado presentes en nuestra memoria como para que podamos confiar en una afirmación de estas características. Un escudo estratégico es algo que no se improvisa. Requiere tiempo y plantea problemas técnicos delicados. Si se han vuelto a equivocar podemos encontrarnos con una ventana de vulnerabilidad grave.

2.- La diplomacia rusa rechazó de plano el despliegue en Polonia y Chequia por alterar el equilibrio estratégico y suponer una amenaza para su seguridad. Tanto la anterior Administración norteamericana como la presente plantearon a Rusia la posibilidad de evitar el despliegue si, gracias a la colaboración entre ambos países en el Consejo de Seguridad, se aprobaban sanciones a Irán lo suficientemente contundentes como para convencer al gobierno de Teherán de desistir de sus ambiciones nucleares. Muerto el perro –desaparecida la amenaza–, se acabó la rabia. Tras el giro dado por Obama no hay duda de que Rusia puede apuntarse un gran éxito diplomático. Obama ha cedido ante las presiones de Moscú y se ha plegado a sus condiciones. El gobierno ruso se ha felicitado de la renuncia norteamericana al tiempo que dejaba nítidamente claro que el paso de Obama no tendría contrapartidas de Medvedev, es decir que no van a apoyar sanciones serias contra Irán.

3.- Una defensa de teatro encaja mejor en la visión de los estados europeos que tratan de establecer una red de escudos nacionales que, de forma conjunta, dote a la Alianza Atlántica de un escudo antimisiles. Su despliegue supondrá un estímulo para que, desde la OTAN, los europeos avancen en un terreno fundamental para su seguridad en las próximas décadas.

4.- Los programas nuclear y de misiles iraníes han despertado mayor alarma en el islam que en Europa. Estados como Turquía, Egipto o Arabia Saudí se sienten directamente amenazados, dentro de la lógica de la lucha por la hegemonía del mundo musulmán en el que está inmerso el régimen de los ayatolás. Si los últimos esfuerzos diplomáticos fracasan e Irán accede finalmente a la tecnología nuclear con fines militares, estos estados necesitarán dar una respuesta a la nueva amenaza. La posibilidad de que traten de disponer de capacidades nucleares y de escudos antimisiles despierta alarma, dada la inestabilidad política y el riesgo de que estos sistemas puedan caer en manos de islamistas. Una alternativa factible es que Estados Unidos se comprometa al despliegue de sistemas propios en distintos Estados de la región, estableciendo una red que actuara como cordón sanitario. De nuevo la conjunción de escudos navales –Aegis– desde el Mediterráneo Oriental, Mar Rojo y Golfo Pérsico, más terrestres –Patriot– sería la respuesta. La opción Obama reforzaría en el medio plazo esta respuesta a la carrera armamentista iraní, tratando de limitar una reacción árabe en el mismo sentido. La posibilidad de que Israel se coordinara con esta red desde su doble escudo –Patriot más Arrow– abriría interesantes y estimulantes reflexiones sobre una seguridad regional conjunta. 

5.- Para los Estados de Europa Oriental el despliegue de un escudo antimisiles implicaba una dimensión rusa. El plan ideado por la Administración Bush tenía la ventaja de que les dotaba de un vínculo de defensa fundamental con Estados Unidos en un momento en que Rusia parece más agresiva y la Alianza Atlántica ya ha dejado de ser una alianza militar creíble. El giro impuesto por Obama es vivido como una concesión norteamericana a Rusia, un tema de obvias referencias históricas. El paralelismo con la experiencia que está viviendo Israel en estas fechas refuerza la imagen de una administración norteamericana demasiado dispuesta a realizar concesiones sin garantías de reciprocidad y poco sensible a las necesidades de sus mejores aliados.

6.- Para la Armada Española es una excelente noticia que demuestra, una vez más, el acierto de dotar a sus fragatas de la serie 100 del sistema de combate Aegis. Cuanto mayor sea la necesidad de proyectar escudos antimisiles, mayor será la posibilidad de demostrar sus capacidades incardinándose en grupos aero-navales norteamericanos en el Mediterráneo Oriental o en el Golfo Pérsico, siempre y cuando no atente contra los postulados de la Alianza de Civilizaciones.

Bush apostó por una respuesta contundente, que afectaba tanto a Irán como a Rusia, al tiempo que reforzaba su vínculo con Europa Oriental. Obama, por el contrario, ha optado por un modelo más dinámico y gradual, en la confianza de que todavía hay tiempo para la diplomacia. Se premia al rival, Rusia, mientras se castiga a los aliados.

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