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José Vilas Nogueira

Fracaso total... salvo en el deporte

El modelo de partido político que, de hecho, se ha impuesto en España nos lleva inexorablemente a la destrucción y la ruina.

Llegó uno a viejo, mira hacia atrás y contempla, desolado, un mundo incomprensible. Rodrigo Caro lamentó acremente la destrucción y el olvido de Itálica. Más desgraciados, nosotros, hemos de lamentar la destrucción de España y la ruina de la libertad. Zapatero tiene el triste mérito de haber empuñado el arma asesina, pero tal empresa hubiera excedido sus menguadas capacidades sin una siniestra complicidad de la mayoría de la población. En primer lugar, los integrantes del partido-mafia socialista, paniaguados del crimen. Rajoy, el dirigente del partido-mafia opuesto, ha acusado al pedestre artesano de arrastrar a sus conmilitones en su deriva suicida. ¡Cómo si no fuesen mayorcitos para decidir por sí mismos, y cómo si Valencia, capital de Bulgaria, quedase tan lejos en el tiempo! En España lo único que funciona es el deporte. Funciona tan bien que parece haber agotado cualquiera otra capacidad.

El modelo de partido político que, de hecho, se ha impuesto en España nos lleva inexorablemente a la destrucción y la ruina. No sólo emponzoña la vida política institucionalizada sino que cual tumor maligno devora al conjunto de la sociedad. Por eso, algunos recibimos, hace dos años, con gran esperanza, el nuevo partido Unión, Progreso y Democracia (UPyD), encabezado por Rosa Díez. Más allá de la identificación con los puntos de su programa, difícilmente total dada la cantidad y la complejidad de aspectos que en nuestra sociedad (y en nuestra tradición) abordan los partidos políticos, el nuevo partido parecía aportar un genuino afán de regeneración democrática. Pero desde hace unos meses han aparecido disensiones en UPyD, quizá más graves que las esperables en todo proceso de constitución de un nuevo partido.

El partido celebrará su I Congreso a finales del próximo noviembre. Según informaciones de prensa, los "críticos", incluso los suspendidos de militancia, se proponen presentar enmiendas con sus puntos de vista. Por otro lado, la dirección del partido ha manifestado su oposición a admitir las enmiendas que procedan de los incursos en aquella situación. Y parece evidente que, por mucho que se haya intentado juridificar la vida interna de los partidos, los conflictos se suelen dirimir más con arreglo a criterios políticos que jurídicos. Desde mi punto de vista, sería deseable que Rosa Díez lograse un resultado que permitiese seguir confiando en la viabilidad de UPyD. El mayor talento de un dirigente partidista es conciliar lo conciliable pero, también, cortar de raíz con lo inconciliable.

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