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Obama nobelizado

"Los extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos" no han sido hasta ahora más que palabrería, crí­ticas a la historia de su paí­s y concesiones a algunos de los peores regí­menes del planeta.

¡Y luego hablan de fallos de la CIA! Obama, siempre tan antisistema, la ha puesto en un brete al saltar de la cama el viernes por la mañana y enfrentarse a la prensa con estas palabras: "Buenos dí­as –hasta aquí­ todo normal–. Bueno, no es así­ como esperaba despertarme esta mañana" y a continuación cuenta como su hija pequeña le dio la noticia. ¡Vaya con las niñas madrugadoras! Los titulares deberí­an haber sido: "Malia Obama derrota a toda la Inteligencia americana". ¿Y si todo hubiera sido un complot para desacreditar a las 16 agencias secretas que se embolsan casi 50.000 millones de dólares? Pero nadie lo ha dicho. Así­ que Obama, pillí­n, sí­ que lo sabí­a y tení­a preparada su humilde –tampoco puede dejarse ganar por nadie en humildad– e improvisada aceptación, por más que dijera: "Estoy tan sorprendido como embargado por la humildad por la decisión del Comité".

El mundo ha tenido de qué hablar. Hasta nuestras tertulias mediáticas, tan ajenas a todo lo exterior excepto si muere un soldado en Afganistán, lo han incluido en sus agendas diarias. La reacción conservadora ni la mencionaremos. La de la izquierda se ha divido en tres partes, en proporciones no investigadas. Algunos se han mostrado exultantes ante un tan justo reconocimiento de los excelsos méritos de su í­dolo. Otros, presintiendo el ridí­culo, han acudido en defensa, incluso preventiva, con toda la beaterí­a y baterí­a de argumentos buenistas. Pero una buena parte de los más conspicuos defensores han considerado que más valí­a que ellos mismos se adelantaran en denunciar los solí­citos excesos del comité noruego, incluso pidiéndole a Obama, a toro pasado, por la fulgurante rapidez de la faena del maestro, la renuncia. Una buena parte de los argumentos de esta sección de la izquierda, aunque sin sorna ni acritud y con un cierto susto, vení­a a coincidir con los de los empecinados crí­ticos del personaje.

De acuerdo todos en que se trata de un Nobel preventivo, que Obama no ha tenido todaví­a tiempo de hacer los debidos méritos y convertir sus palabras en hechos. Pero entre las muchas cosas que hemos aprendido en estos tres dí­as sobre los Nobel se cuenta el hecho de que no es verdad que nunca se hayan recompensado las intenciones. En otros premios no se valora lo importante que es alentar los propósitos y apoyar las promesas, puesto que al fin y al cabo, lo hecho, hecho está. No así­ para el comité noruego, que no es la primera vez o la segunda que premia expectativas y esperanzas con ánimo de contribuir a que se conviertan en realidades.

Muchos se han equivocado en los tiempos. Nueve meses será muy poco o suficiente, pero no es lo que está en cuestión. El plazo para presentar candidaturas se cierra el 1 de gebrero, once dí­as después de que Obama tomase posesión. Puesto que lo que se honra son las palabras, quizás su discurso inaugural fue mérito bastante, o quizás lo fueran los de la campaña terminada el 4 de noviembre anterior, a pesar de su magro contenido internacional. Puede que si no hubiera ganado el Nobel hubiera venido a resarcirlo y a restregarle las narices a McCain, como nadie duda de que una de sus intenciones primordiales era hacer lo propio con Bushito. No en vano, mientras éste estuvo en el poder, se lo dieron a sus rivales: Carter, ElBaradei, Gore.

Pero quizás la clave de tan conmocionante decisión es que los miembros del comité se han premiado a sí mismos, a sus creencias, a sus convicciones, a sus filias y a sus fobias. "Los extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos" no han sido hasta ahora más que palabrerí­a, crí­ticas a su predecesor y a la historia de su paí­s y concesiones a algunos de los peores regí­menes del planeta. Han satisfecho a derrotistas, apaciguadores y gentes que abominan de los valores occidentales. Con razón se sienten premiados.

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