Barack Obama peca de modesto. Le han dado lo suyo. El supuesto galardón que una vez más sirvió para premiar a los que trabajan por la paz de los verdugos. No por gusto Fidel Castro preguntó a siete congresistas estadounidenses por cómo ayudar al presidente Obama. Ahora tanto el uno como el otro están de enhorabuena. Va a ser verdad lo de dime quién te apoya y te diré quién eres y a quién sirves.
El monstruo de Birán no olvida que Obama, menos negro y mucho más poderoso que Óscar Elías Biscet:
- Aseguró que no tendría inconveniente en reunirse con Raúl Castro.
- Retiró de su oficina en La Habana los mensajes que recordaban que en Cuba no se respetan los derechos humanos.
- Cambió la ley para abastecerle de millones de dólares.
- Y permitió que en el engendro que permanece abierto en la capital de la infamia se brindara con los verdugos después de cerrar las puertas a sus víctimas.
Nadie mejor que Fidel Castro para entregarle el premio Nobel a Barack Obama. Dicen que ya ordenó a un propio que tiene en Nueva York que visite las mejores tiendas de la Quinta Avenida y le compre una docena de chándales. Los necesita con urgencia. Quiere preguntarle a Moratinos cuál de todos sería el más apropiado para lucir en la penúltima patraña que se celebrará en Estocolmo. El cantante que tanto admira Zapatero no se atrevió a contestarle. Le falta el valor que le sobraba a Luis Aguilé.