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Florentino Portero

Todos tratan de ganar tiempo

El reciente viaje de Clinton a Rusia ha supuesto un claro fracaso de la diplomacia obamita. Rusia ha descubierto que la Administración Obama se encuentra hundida en una sima de desconcierto y están dispuestos a aprovechar la situación en beneficio propio.

A instancias de la Agencia Internacional de la Energía Atómica se han desarrollado en Viena negociaciones entre Irán, de una parte, y Francia, Rusia y Estados Unidos, de otra. Si no hay sorpresas de última hora en breve conoceremos el documento que supone el primer acuerdo sobre el futuro del programa nuclear iraní, un paso positivo pero todavía muy lejano hacia una solución del conflicto en el que nos encontramos.

Hasta la fecha las negociaciones se habían centrado en la necesidad de que el régimen de los ayatolás "suspendiera" el enriquecimiento de uranio. Era la conditio sine qua non para resolver de forma conjunta cómo dar satisfacción a los requerimientos energéticos iraníes sin que ello supusiera la quiebra del régimen de no proliferación nuclear y el inicio de una carrera entre los estados vecinos para dotarse de capacidades nucleares que generen un principio de disuasión. Los europeos amenazaron, los iraníes no se achantaron y al final los primeros agacharon la cabeza. El segundo capítulo corrió a cargo de los estadounidenses, con parecido final. Hasta hoy Irán ha demostrado su disposición a llegar hasta el final, con el respaldo diplomático de Rusia y China. El reciente viaje de la secretaria Clinton a Rusia ha supuesto un claro fracaso de la diplomacia obamita. A pesar de la concesión que representa el abandono del escudo antimisiles Moscú no siente necesidad de realizar contrapartidas. Han descubierto que la Administración Obama se encuentra hundida en una sima de desconcierto y están dispuestos a aprovechar la situación en beneficio propio.

Era necesario cambiar el marco y la Agencia se ha brindado para esa operación. Lo que se ha negociado en Viena no es el futuro del programa nuclear, sino el uso de, más o menos, el 80% del uranio enriquecido del que se tiene constancia. La ficción es la siguiente: Irán quiere utilizar ese uranio para un reactor situado en Teherán que tiene como objetivo labores médicas, Rusia estaría dispuesta a recibirlo y a concluir su proceso de enriquecimiento para, a continuación, cederlo a Francia que lo colocaría en unos depósitos apropiados para ser insertados en el reactor en cuestión. ¿Qué se gana con esto? Tener distraído al uranio que, de este modo, no sería utilizado para fines militares. Traducido en tiempo, se calcula que se podría retrasar un año el programa militar, porque ese sería el plazo que Irán necesitaría para enriquecer esa misma cantidad de uranio. Siempre dando por sentado que no hay otras instalaciones en territorio iraní dotadas de cascadas de centrifugadoras que, desde tiempo atrás, puedan estar acumulando más combustible nuclear.

¿Es malo el hipotético acuerdo? No. ¿Soluciona el problema? Tampoco. ¿Donde está el beneficio? En que todos ganan tiempo. Estados Unidos, porque su presidente se ha quedado sin programa y sin política y no quiere aparecer ante sus votantes como el dirigente que diseñó una estrategia infantil y que, al final, fue incapaz de lograr la aplicación de sanciones serias por parte del Consejo de Seguridad. Rusia, porque evita un choque diplomático en el Consejo y aparecer como lo que es, el valedor de Irán, con quien tiene interesantes relaciones económico-militares y de quien hace uso para limitar la influencia de Estados Unidos en el mundo. Irán, porque quiere rebajar la tensión en un momento en que padece una crisis política importante y comienza a sufrir la lacra del terrorismo por parte de grupos nacionalistas. Francia, porque teme el efecto de la carrera nuclear que se nos viene encima y trata de encauzar el proceso negociador a la vista de la falta de autoridad y de ideas de Estados Unidos.

Todos ganan algo, pero el programa nuclear iraní sigue adelante. El conocido y el quizás desconocido. La preocupación entre sus vecinos no deja de crecer y el tiempo para evitar una crisis en profundidad del régimen de no proliferación se agota.

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