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Guillermo Dupuy

Guerra y lenguaje

El presidente del Gobierno utiliza el lenguaje no para justificar la acción bélica, sino para encubrir su naturaleza. Y así las cosas, la única manera que tiene Zapatero de ensalzar a nuestros militares es desvirtuando lo que son y lo que hacen

"Borrar las palabras guerra o enemigo de documentos militares es infantil". A pesar de estar cargadas de sentido común, no todos los días se oyen a un militar en activo declaraciones como esta, o como la de afirmar, refiriéndose a Afganistán, que "un país cuya mitad está ocupada por el enemigo es un país en guerra". Sin embargo, el teniente general Javier Pardo de Santayana las ha hecho durante las VI Jornadas sobre Cultura de Defensa Nacional, donde ha criticado el "buenismo" y el "doble lenguaje" que priva a los soldados de "su condición de combatientes".

Por el poco tiempo que he tenido para averiguarlo, creo que este militar ya está en la reserva, lo cual en parte me tranquiliza mucho, ya que lo que he temido nada más leer sus declaraciones es que el Gobierno se dispusiera a "borrarlo" también a él.

Y es que, por mucha razón que tenga el teniente general al criticar la "infantil" supresión de la palabra "guerra" o "enemigo", esta sigue siendo vital para un Gobierno que ha hecho de las manipulaciones del lenguaje y de la ocultación de las guerras en las que participan nuestros soldados uno de sus rasgos más característicos. ¿Cómo va a hablar de "guerra" quien hizo del "no a la guerra" su palanca, 11-M mediante, para acceder a La Moncloa? ¿Cómo va a hablar de "enemigo" un Gobierno cuyo Ministerio de Exteriores se ha gastado cerca de cuatro millones y medio de euros en ese circo que amigablemente lleva por título "Alianza de las Civilizaciones"? Por mucho que buena parte de ese dinero haya ido destinado en realidad a sostener es otro pesebre propagandístico como es el Ministerio de Igualdad –plataformas de gays y lesbianas incluidas–, lo importante es sostener esa ficción de que el Gobierno socialista sólo hace la paz y no la guerra. A Zapatero le importa un rábano que los soldados desplegados en Irak tras el derrocamiento del dictador tuvieran los mismos objetivos y el mismo amparo internacional que el que tienen nuestras incrementadas tropas en Afganistán. Pero, aunque resulte ciertamente "infantil", a Zapatero le resulta vital políticamente denostar la primera como "misión de guerra" y ensalzar la segunda como "misión de paz".

A este respecto, relataba Adan Kovacsics en un libro que lleva por título precisamenteGuerra y lenguaje, cómo en plena Gran Guerra el ejército austrohúngaro creó una especie de Cuartel de Prensa donde trabajaron escritores con la tarea de crear propaganda para ensalzar el esfuerzo de sus soldados en el frente. Cosas muy parecidas se han hecho en todas partes, antes y después. La diferencia está en que con Zapatero el lenguaje no se utiliza para justificar la acción bélica, sino para encubrir su naturaleza. Y así las cosas, la única manera que tiene Zapatero de ensalzar a nuestros militares es desvirtuando lo que son y lo que hacen.

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