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Alberto Gómez

La crisis y los Simpsons

Hasta bien entrados los años 60, nadie en ninguna parte se hubiera reído con los Simpsons o Mister Bean. Un padre o un vecino deliberadamente ignorante, cobarde o irresponsable serían personajes demasiado insultantes como para identificarse con ellos.

Detrás del fragor de la campaña que el PSOE y el PP hacen conjuntamente contra el principal partido de la oposición, está la crisis económica. Pero por detrás de estas cosas coyunturales está un mar de fondo de degradación y suplantación moral que a veces aflora con la ley desbocada del aborto o con mensajes acusando a los padres de crímenes de leso equilibrio ecológico. Aflora en la Educación para la Ciudadanía, en las leyes de igualdad a la fuerza y, en general, en esos temas de fondo que aparecen periódicamente. Gürtel tapa la crisis y la crisis tapa la otra crisis de lo que hemos dado en llamar "valores", sin que realmente sepamos muy claramente en qué consisten. Quizá usemos esa expresión por un nebuloso respeto del pasado, sin que realmente intuyamos ni lleguemos a comprender realmente en qué consisten y cuáles son sus consecuencias.

Mejor que una sesuda disquisición ético-moral vale un ejemplo: hasta bien entrados los años 60, nadie en ninguna parte se hubiera reído con los Simpsons o Mister Bean. Un padre o un vecino deliberadamente ignorante, cobarde o irresponsable serían personajes demasiado insultantes como para identificarse con ellos. Las figuras cómicas del pasado como el Gordo y el Flaco, Charlot o los Hermanos Marx podían ser seres patéticos, pero todos intentaban mantener, aunque infructuosamente, una cierta dignidad. Era ese fracaso el que hacía reír, es decir, sentirse superiores.

El personaje de comedia moderno no pretende esa dignidad; directamente sale corriendo, confiesa su cobardía, su deslealtad, su autocomplacencia o su mezquindad a las claras. Porque suele ser un caricato de nosotros mismos: hace lo que nosotros estaríamos tentados a hacer, pero no hacemos. Es simplemente un poco más cobarde, es capaz de exhibir un poco más de ignorancia, un poco más de irresponsabilidad que nosotros. Por eso nos reímos cuando Woody Allen sale corriendo del frente de batalla. Los suficientemente cínicos, pero conservadores, no lo harían, pero se les pasa por la cabeza. En cambio, el Gordo y el Flaco nunca hubieran hecho eso. Homer Simpson y su hijo ahora son unos descerebrados inútiles y las hiperresponsables son las mujeres de la casa. Son estereotipos caricaturizados de lo que hay, dentro de lo que se admite como correcto. Hoy nos reímos de su cobardía y de su ignorancia porque todavía no somos del todo cobardes e ignorantes. Siguiendo esta tendencia, puede que dentro de un tiempo nadie se ría con estos capítulos porque su conducta sea considerada de lo mas normal. Pero tiempo antes ya habremos sido sustituidos.

Por eso, el Perón de izquierdas que nos gobierna, la crisis en el PP alentada por un Rajoy sin principios –y, por tanto, sin autoritas– y la crisis, donde los lobos pastorean las finanzas en nombre del bien común, son también consecuencias de esa marea de fondo.

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