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EDITORIAL

Chávez amenaza de nuevo

Llevará a Venezuela hasta el borde del abismo con tal de mantenerse en el poder y, si es preciso, la arrojará al fondo del mismo. Porque los regímenes socialistas como el de Chávez llevan dentro de sí la semilla de su destrucción.

Es habitual que los dictadores belicosos busquen cualquier excusa para rearmarse y, llegado el momento, tapar las vergüenzas propias emprendiendo una guerra contra el vecino. Chávez, que, antes de presidente de Venezuela, fue coronel del Ejército con un golpe de Estado en su haber no iba a ser una excepción. El odio que profesa por los Estados Unidos y por el Gobierno colombiano es conocido por todos y el propio Chávez lo renueva periódicamente a modo de inyección patriótica.

Las coordenadas del nuevo conflicto, por ahora, afortunadamente, sólo verbal, que maquina Chávez en su programa televisivo donde se entrega a un obsceno culto a la personalidad digno de un tirano, no hay que buscarlas en sus fobias personales, sino en los problemas que padece Venezuela y en la permanente necesidad de propaganda del régimen. A pesar de la riqueza petrolífera del país, que le proporciona jugosos ingresos en divisas, Venezuela es cada año más pobre. El descontrolado gasto público del Gobierno, la ya crónica ineficiencia administrativa y la socialización a marchas forzadas de grandes sectores de la economía han metido a Venezuela en una crisis estructural de gran calado.

Eso en la parte que toca a una economía esclava del monoproducto nacional, el petróleo, y sujeta a los vaivenes de éste en los mercados internacionales, que se encuentran muy debilitados tras la crisis financiera internacional. El petróleo no ha vuelto a acercarse a los 100 dólares/barril que es, aproximadamente, el precio sobre el que Chávez hace sus cuentas de gasto. Con el pueblo empobrecido, descontento y privado de libertades políticas y económicas, al heredero de Castro sólo le queda la propaganda, materia en la que Hugo Chávez ha demostrado ser un consumado artista.

Para que cualquier maquinaria propagandística funcione es imprescindible la invención de un enemigo mortal que amenaza la existencia de la comunidad. Si para Münzenberg fue la burguesía y para Goebbels los judíos, Chávez ha encontrado en Uribe y sus relaciones con Washington el villano perfecto. Uribe es la antítesis de Chávez. Donde uno es histriónico y faltón, el otro es contenido y cortés. Donde uno trabaja para forjar una clase media en su país, el otro la ha laminado concienzudamente en el suyo. Donde uno cree en la democracia, las instituciones y la división de poderes, el otro hace lo propio con la autocracia, los círculos bolivarianos y el Estado omnipotente.       

El tiempo está poniendo a cada uno en su sitio hasta el punto que Colombia ya no admite comparaciones con la desdichada Venezuela. Eso no pasa desapercibido para un aprendiz de tirano como Chávez. Necesita la confrontación para motivar a los suyos y para ocultar el fracaso sin paliativos de su revolución. Llevará a Venezuela hasta el borde del abismo con tal de mantenerse en el poder y, si es preciso, la arrojará al fondo del mismo. Porque los regímenes socialistas como el de Chávez llevan dentro de sí la semilla de su destrucción.

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