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Borja Prieto

Puta, bloguera y anónima. Elige dos

Es complicado escribir tus aventuras sexuales en un blog, tener cientos de miles de lectores y pretender seguir siendo una desconocida. Lo curioso es que sea la prensa tradicional la que tenga interés en descubrir la personalidad de las blogueras.

No puedes ser las tres cosas a la vez. Al menos, si pretendes además tener éxito. A Belle de Jour, seudónimo tras el que se escondía la doctora Brooke Magnanti, le ha sacado del armario el Sunday Times. Hace unos años Belle de Jour se encontraba a punto de terminar su tesis doctoral, sin un trabajo decente y con problemas económicos y pensó que una manera rápida de conseguir dinero era trabajar para una agencia de señoritas de compañía. Y dado que tenía experiencia blogueando (sobre autopsias nada menos, no en vano se estaba doctorando en patología forense) le pareció lo más natural bloguear sobre su actividad como prostituta.

La chica tiene talento escribiendo, así que el blog tuvo éxito, y pronto le surgió la oportunidad de publicar un libro, y después otro. Todos a través de empresas intermedias para que nadie, ni siquiera su agente literario, conociera a la persona que se hacía llamar Belle de Jour. Lo cual no hizo sino aumentar el interés de la prensa por descubrirla, por supuesto. Al final parece que ha sido un ex-novio el que ha puesto sobre la pista al Sunday Times.

Algo parecido le sucedió a Zoe Margollis en el verano de 2006, cuando se supo que ella era Abby Lee, la autora del blog Girl With a One-track Mind. Zoe no era prostituta, pero contaba con pelos y señales sus numerosas y variadas aventuras eróticas. También hubo libro, también fue bestseller, y también la descubrió el Sunday Times. A Jessica Cutler, en cambio, la lanzó al ruedo mediático Ana Marie Cox, autora del blog Wonkette. Cutler también contaba en su blog sus aventuras sexuales, en su caso con un político de Washington.

Está claro que es complicado escribir tus aventuras sexuales en un blog, tener cientos de miles de lectores y pretender seguir siendo una desconocida. Lo curioso es que en tantas ocasiones sea la prensa tradicional la que tenga interés en descubrir la verdadera personalidad de blogueras que habían optado por ser anónimas. ¿La venganza del dinosaurio moribundo contra el mamífero en la cresta de la ola? ¿Cumplimiento del deber de informar, que está por encima del derecho a la intimidad de las blogueras que escriben sobre sexo?

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