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Europeísmo puesto a prueba

En menos de un año Turquía ha pasado de ser el aliado musulmán de Israel que servía de mediador entre israelíes y sirios, a apoyar a Ahmadineyad tras su aún discutida reelección el pasado julio y la represión posterior.

Una intensa campaña mediática desarrollada en las últimas semanas por el, desde mayo, ministro turco de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, trata de incidir en la europeidad turca en momentos marcados por gestos contradictorios y por claras dificultades negociadoras. Si en octubre su acercamiento a Armenia era presentado como prueba fehaciente de su moderación y de su pragmatismo, lo mismo se pretende hacer con el anuncio de medidas de apertura, en el marco de la denominada Iniciativa Democrática, presentada por el Gobierno al Parlamento el 13 de noviembre, hacia la durante largos años negada identidad kurda como parte constitutiva de la identidad de Turquía.

En la realidad, Turquía parece alejarse cada vez más de Europa y acercarse al mundo islámico en un proceso iniciado con la llegada de los islamistas del AKP al poder en 2002. Eso sí, acelerada recientemente en el marco de lo que se denomina el "neo-otomanismo diplomático" impulsado por el propio Davutoglu. Esta orientación islamista va unida a una creciente vocación inversora en países árabo-musulmanes; a sus acuerdos de libre comercio con Egipto, Túnez y Marruecos; a su aproximación a Arabia Saudí y a los otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo; a la firma de acuerdos en las últimas semanas con Siria e Irak; y sobre todo a sus crecientes tensiones con su tradicional aliado israelí y a su acercamiento a Irán. Erdogan ya destacó por atacar a Israel durante la guerra de este con Hamás en enero pasado, y el 11 de octubre rechazaba la presencia de cazas israelíes en las maniobras "Anatolian Eagle" celebradas en el marco de la habitual colaboración turca con Estados Unidos y otros miembros de la OTAN.

Así, en menos de un año Turquía ha pasado de ser el aliado musulmán de Israel que servía de mediador entre israelíes y sirios, a llegar a unas negociaciones aparentemente suspendidas este invierno, y a apoyar a Ahmadineyad tras su aún discutida reelección el pasado julio y la represión posterior. Erdogan visitaba Teherán el 27 de octubre dando un espaldarazo a Ahmadineyad y ahora quiere servir de punto de apoyo para el programa nuclear iraní al ofrecer Turquía para almacenar el combustible, tanto en su tránsito hacia Rusia o Francia para ser enriquecido como a su regreso a Irán.

Ankara presenta este acercamiento al mundo árabo-musulmán como una ventana de oportunidades para Europa y dicho papel de puente entre Oriente y Occidente era destacado por Obama durante su visita a Turquía en abril, manteniendo con ello el papel estadounidense de estimulador de los europeos para que acepten al estratégico aliado turco. El problema es que las negociaciones de adhesión iniciadas en 2004 siguen encontrando grandes dificultades y cuatro informes recientes –el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, el informe del Foro Económico Mundial, el Informe Anual sobre Libertad Religiosa en el Mundo del Departamento de Estado y el Informe de Reporteros Sin Fronteras– dan un varapalo a Turquía en aspectos que deberían haber mejorado desde que el país es candidato. La libertad religiosa, la igualdad de género o la libertad de prensa quedan muy malparadas en estos informes y el 27 de octubre el Tribunal Europeo de Derechos Humanos fallaba contra Turquía por el cierre temporal de cuatro periódicos acusados de hacer propaganda pro-kurda.

A todo esto se suma la perduración del contencioso de Chipre, lo que augura una continuación problemática de las negociaciones. Eso sí, como no hay Gobierno sospechoso que no cuente con la comprensión española, Turquía espera un fuerte apoyo a sus aspiraciones durante la próxima Presidencia española de la UE. Veremos cómo lo concretan Zapatero y Moratinos.

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