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Evasión o victoria

Evasión o victoria. Es la decisión de Obama. Por lo que sabemos, su intención es que en tres años no haya unidades americanas luchando por la libertad por el mundo. Si es así, pasará a la historia como el presidente que entregó Afganistán a los radicales.

En Afganistán, no sólo se debe ganar: se puede ganar. Se debe, porque la derrota allí sería una catástrofe para Estados Unidos y para sus aliados entre los que –por lo menos de momento– se encuentra España. El prestigio occidental caería por los suelos, el islamismo habría ganado un país, y tendrá, una vez más, una base sólida desde la que preparar y organizar atentados. Y se puede ganar: no existe ninguna maldición en Afganistán. El triunfo es cuestión de efectivos materiales, efectivos humanos e iniciativas estratégicas y políticas adecuadas. A estas alturas, la maquinaria contrainsurgente estadounidense se ha perfeccionado notablemente tras la experiencia iraquí. Obama cuenta con una ventaja que no tenía Bush: una estrategia contrastada en Irak y con amplias posibilidades de victoria.

Eso sí, entre la derrota y la victoria no hay término medio. La estrategia de McChrystal incluye un aumento de entre 30.000 y 50.000 hombres, e incluye la necesidad de un apoyo firme y decidido de la Casa Blanca a partir de 2010. A su favor juega que Afganistán es la "guerra buena" de Obama. Al contrario, que entre la izquierda americana, de la que el presidente se nutre, se apuesta por la retirada cuanto antes, importando poco las consecuencias que de ello se deriven. Buena parte de los que votaron a Obama lo hicieron con ganas de que América se evadiese de los problemas del mundo, Afganistán incluido. Entre la derecha, algunos temen –con razón– el desgaste de mantenerse en una guerra en la que la falta de apoyo presidencial sea un peso muerto. Y otros no tienen ninguna gana de apoyar en esta guerra a un Obama que representa los valores contrarios a los que llevaron a los americanos a Afganistán.

Todo indica que Obama tratará de contentar a todos sin contentar a nadie, revistiendo su declaración del martes con todo el aparataje multimedia al que nos tiene acostumbrados: escenificará su compromiso con la victoria en la "guerra buena" mediante el envío de tropas para asegurar determinadas regiones, pero al mismo tiempo recordará su inequívoca adhesión al izquierdismo pacifista limitándolo, manteniéndolo lejos de las necesidades expuestas por McChrystal, y dejando abierta la puerta a la evasión. Quedará por ver si contará otra vez con el favor de los medios para mostrar como una decisión lo que será una indecisión voluntaria.

¿Cuál es el problema? La estrategia McChrystal no garantiza la victoria; pero todo lo que no sea una apuesta militar y política decidida significará con total seguridad la derrota. Que Obama tire por la calle de en medio el martes significará que no apuesta decididamente por la victoria, lo que es el camino más directo hacia la derrota. No proporcionar los medios para la victoria será proporcionar los mimbres para la evasión más o menos maquillada y disimulada. Si Obama no proporciona a McChrystal los medios necesarios, los talibanes estarán de enhorabuena.

Evasión o victoria. Es la decisión de Obama. Por lo que sabemos, su intención es que en tres años no haya unidades americanas luchando por la libertad por el mundo. Si es así, el hawaiano pasará a la historia como el presidente que entregó Afganistán a los radicales, dio oxígeno al terrorismo islámico, hizo retroceder al mundo libre y destrozó el prestigio de América en el mundo. Demasiada responsabilidad para quien no quiere y no cree que tenga ninguna. Y esto ya es un problema para quienes aún creemos en la victoria en Afganistán.

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