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Marta Pérez-Cameselle

Abre los ojos

Aquellos de nuestros representantes, ahora del Senado, y defensores del aborto, precisamente por la responsabilidad de su cargo, deberían literalmente abrir los ojos y ver imágenes de cómo se practica un aborto antes de apoyarlo con su voto.

En esta ocasión voy a comentar unas declaraciones de algunos de nuestros representantes, precisamente de aquellos que con su respaldo han conseguido aprobar en el Congreso el proyecto de ley de aborto el pasado jueves 17 de diciembre.

La diputada socialista Carmen Montón declaraba: "Hoy me siento orgullosa de vivir en este tiempo y en este país, con un Gobierno comprometido con la igualdad". Y destacó que esta ley da cumplimiento a "una histórica reivindicación de tantas feministas".

Supongo que se referirá al tan manido lema feminista "Nosotras parimos, nosotras decidimos". Injusta de contenido y burda de forma es esta interpretación de la libertad. Una vez lograda esta reivindicación feminista que tan orgullosamente resalta la diputada socialista, parece no ser consciente de que en el parlamento nuestros representantes se han cargado de un plumazo la libertad y la igualdad como condición inalienable de todo ser humano. En el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos se proclama: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos". Pero en España estamos cada vez más cerca de hacer formalmente efectivo que el ser humano no nazca libre e igual en dignidad y derechos, sino que dependa esa condición de la voluntad de su madre, que le llevará a decidir si nacerá o no. ¿Cómo entonces puede nacer libre? ¿Cómo entonces puede nacer igual en dignidad y derechos, por ejemplo, a su propia madre? Porque será a la madre a la que se le otorgue el injusto derecho de poder hacer un uso irresponsable de su libertad, decidiendo sobre la vida o la muerte de su hijo, de una libertad que a ella le viene dada, como también le viene dada a su hijo, pero de la que éste no puede hacer uso igual que su madre. Como tampoco el ser humano puede hacer uso de su libertad cuando es recién nacido, o está inconsciente... y no por ello se le puede negar su condición de ser humano libre.

En vista de esto, dada la absoluta indefensión del ser humano en esa primera etapa de su vida, y en consecuencia de su incapacidad para hacer uso de su libertad, nuestros representantes han decidido amparar que toda madre pueda tomarse indebidamente la libertad de decidir por el hijo que lleva en su vientre, de arrebatarle su libertad. Recordemos también que no sólo el homicidio, y en su forma agravada el asesinato, no están permitidos por ley, sino que tampoco uno es libre para suicidarse, ni para mutilarse; son todos ellos, cada uno en su grado, actos inmorales. Nos aproximamos, pues, con esta ley a darle al ser humano no nacido durante un plazo un trato similar al de un tumor.

Por otro lado, para el diputado del PNV, Joseba Aguirretxea, el aborto libre durante un plazo, calificado como derecho para la mujer, sea o no menor, permaneciendo todo prácticamente igual que antes a partir del plazo en cuestión, da lugar a una "ley más humana, más cercana y responsable". La declaración de este diputado, tomada como un ejemplo más de lo que opinan en general los demás diputados que han respaldado dicho proyecto, me lleva a cuestionarme si conocen en profundidad la realidad del aborto, hasta sus últimas consecuencias. Los resultados de una encuesta presentada por el Instituto de Política Familiar (IPF) realizada en 2006 en las cuatro comunidades autónomas con mayor número de abortos –Madrid, Cataluña, Andalucía y Valencia– exigían desterrar políticas contrarias a la vida para reducir su número.

El Gobierno declaró antes de las últimas elecciones, casi terminada su primera legislatura, que no veía necesario acometer ninguna reforma a la ley vigente porque no veía una demanda social que justificara el cambio. Un año después, presentaba el anteproyecto de ley de aborto con una reforma diametralmente opuesta a la que aconsejaba el IPF para reducir su número, y por tanto, catapultadora aún más del número de abortos. Y para más inri, lo que han dejado claro las múltiples encuestas realizadas desde que se anunció los términos de su reforma es que los españoles están mayoritariamente en contra (como aparece aquí, aquí, aquí, o aquí).

Pero nuestros representantes van por libre, desconectados de sus representados. Prefiero pensar que quienes defienden el aborto refiriéndose a la ley que lo institucionaliza con los calificativos de "más humana, más cercana y responsable", no han visto nunca cómo se practica un aborto y cómo quedan los cuerpos humanos tras la matanza, ni que tampoco se han esforzado en imaginarlo. Sólo entonces, considerando que se actúa sin conciencia de lo que se declara, como si ésta permaneciera completamente anestesiada, se consigue aliviar algo el estado de perplejidad, de confusión y de impotencia de quien consciente del horror que supone el aborto, trata al menos de comprender lo que les lleva a su postura pública y no de compartir sus opiniones.

Decía Julián Marías respecto al aborto, que "hay que intentar retrotraerse a lo más elemental, que por serlo no tiene supuestos de ninguna ciencia o doctrina, que apela únicamente a la evidencia y no pide más que una cosa: abrir los ojos y no volverse de espaldas a la realidad". Aquellos de nuestros representantes, ahora del Senado, y defensores del aborto, precisamente por la responsabilidad de su cargo, deberían literalmente abrir los ojos y ver imágenes de cómo se practica un aborto antes de apoyarlo con su voto. Una imagen vale más que mil palabras: imaginen un vídeo de la realidad del aborto, la "dura realidad", como de hecho así se titula el que realizó el productor y actor Eduardo Verástegui. Aunque les resultaría muy difícil, casi imposible no apartar los ojos de esa dura realidad. ¿Se sentirían aun así orgullosos pensando que la ley que apoyan, reconocedora del derecho a practicar lo que ven sus ojos es más humana, más cercana y responsable?

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