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Juan Morote

¿Católicos o sectarios?

En el nombramiento de Munilla, gracias a Dios, no ha intervenido ningún democristiano, ni del PNV que amén de sectarios se han revelado abortistas, ni del PP, que supongo que con la propuesta de Uriarte en su día se les habrán quitado las ganas de porfiar

Por fin ya sólo faltan tres días para que don José Ignacio Munilla tome posesión de la sede de San Sebastián, y la verdad es que ya era hora. Llevamos más de treinta años de pastores que han desconocido en su aplicación pastoral el contenido del sermón de la montaña, casi en todos sus aspectos. Se quejan los sediciosos sacerdotes y arciprestes, otrora escribas y fariseos, de que el nombramiento de Munilla implica un cambio que desautoriza "la vida eclesial que ha llevado la diócesis guipuzcoana en los últimos años". Así mismo, ven en la designación del nuevo prelado una intención de variar el rumbo que ha caracterizado a la diócesis; menos mal que se han enterado de algo, porque parece evidente que no es otro el propósito perseguido.

Yerran los montaraces y adoradores del becerro de oro que hoy encarna el nacionalismo; no es cierto, como ellos afirman, que hasta ahora, se haya desenvuelto su "línea pastoral y estilo eclesial en fidelidad al espíritu del Concilio Vaticano II y a la dirección de los anteriores obispos". Únicamente lo último es cierto. Ponerse del lado del verdugo infligiendo mayor dolor, si cabe, a las familias de las víctimas, no es precisamente seguir ninguna de las constituciones del Vaticano II, ni se atisba en semejantes e infamantes acciones, el más mínimo resquicio de caridad cristiana.

En el País Vasco en general, y en Guipúzcoa en particular, la lengua se ha impuesto para dividir lo que estaba unido, remeros o ciclistas ya funcionan por grupos lingüísticos y no por lazos de amistad, es un primer sigo de identificación de los que son de los "nuestros". A este fenómeno de utilización de la lengua como bisturí de extirpación social no han sido ajenos muchos miembros de la Iglesia. Hoy, si un ciudadano pretende bautizar a su hijo con un nombre castellano, tardará meses en que le señalen fecha para la recepción del sacramento, por supuesto, la hora será la menos adecuada; si en cambio se trata de algún nombre vasco y además coincide con el de algún etarra fallecido, elegirá el día y la hora deseados sin ningún problema. Estos días de Navidad he podido asistir a distintas celebraciones "preparatorias" de la llegada de Munilla, amparados los celebrantes en eso que llaman "adaptación litúrgica".

En el nombramiento de Munilla, gracias a Dios, no ha intervenido ningún democristiano, ni de los del PNV que amén de sectarios se han revelado abortistas, ni de los del PP, que supongo que con la propuesta de Uriarte en su día, se les habrán quitado las ganas de porfiar. Recuerdo que la semana pasada pude oír a un sacerdote de una parroquia del centro de la capital guipuzcoana decir "cuidado que éste nos vuelve a poner la confesión auricular y secreta". Produce gran dolor ver la falta de comunión de una gran parte de clero vasco. Espero que nunca más se produzca un acto tan abyecto hacia el clero fiel al magisterio, como el que perpetró en su día Setién cuando desterró a José María Osa, con gran dolor de toda su feligresía, por haber cometido el delito de ponerse del lado de las víctimas antes que del de los verdugos. Quizá la llegada de Munilla actúe como fermento de una escasa levadura y acabe dando un gran fruto, la tarea que tiene por delante es ardua, al menos contará con mi oración para ayudarle a llevarla a cabo.

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