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Pedro de Tena

Por la libertad de expresión y por la veracidad

Sobre los cristianos, que no hacen daño desde hace dos o tres siglos, todo cabe. Pero amigos, llega ese islam de la bomba y el cuchillo, de la soga y el pedregal, y si profiere uno el más mínimo chascarrillo obtiene uno el premio del peligro de muerte.

El no sé si llamarle valeroso o desgraciado o quizá ambas cosas, dibujante de las famosas viñetas de Mahoma que dieron la vuelta al mundo hace unos años, Kurt Westergaard, nos llama a la libertad de expresión. Sí, hizo chistes sobre Mahoma. Otro llevan haciendo chistes sobre el cristianismo desde el siglo XVIII. Jesucristo, los Papas, los obispos, la Virgen y demás han estado sometidos a burla en las revistas progres, en los púlpitos ateos e incluso en el tumulto de los gays, cuando se lanzan a la calle, algunos con más afán de insultar a la Iglesia que a defender lo propio, por ejemplo, en los países musulmanes en los que se les cuelga y listos. Sobre todo lo humano y lo inhumano, la libertad de los hombres ha hecho chistes.

Pero a este colega, Kurt Westergaard, le ha tocado en suerte bregar con los fanáticos del Islam. Ya le amenazaron de muerte y esas amenazas no tienen olvido ni descanso. Recuerden a Salman Rushdi. Hace unos días, un tipo armado con un hacha se coló en el pasillo de su casa, a pesar de estar vigiladísima por la policía danesa, fue a por él y a por su nieta de 5 años. Menos mal que tenía dentro una habitación-bunker, acorazada y acondicionada para momentos de extrema gravedad y pudo salvar su vida y la de su familia.

Las viñetas que hemos visto de Aznar, de González, de Rouco, de Barrionuevo, del Papa, de Hitler, de Reagan...Por ejemplo, fíjense en esta de Vizcarra (cedida por el autor) sobre Aznar. O esta del mismo autor de María Teresa Fernández de la Vega. Podríamos encontrar otras más insultantes, acusatorias e inquietantes de Benedicto XVI o de la Virgen.

"Hay una lucha pendiente que es la de la libertad de expresión y la tenemos que librar con ferocidad". El dibujante también lamentó la falta de apoyos recibidos tras lo ocurrido con las viñetas y los intentos de agresión. Y eso es lo auténticamente vergonzoso e indica con claridad cuáles son los límites de esta supuesta Europa democrática. Sobre el Papa de los cristianos, que no hacen daño desde hace dos o tres siglos, todo cabe, todo es posible. Contra Jesús, contra la Virgen, contra todo. Se les puede hacer una exposición blasfema o escarnecerlos pública y privadamente. Pero como no hacen nada sino callar o, en todo caso, protestar levemente, pues vale. Y vale todo.

Pero amigos, llega ese islam de la bomba y el cuchillo, de la soga y el pedregal, y si profiere uno el más mínimo chascarrillo contra el Profeta, sus familiares o sus discípulos, obtiene uno el premio del peligro de muerte, con el silencio de todos los progres, como bien se ha visto ahora en el caso de Aminatou Haidar, con la excepción del clan de los Bardem, justo es decirlo.

La verdad es que en el día segundo de año, mientras veía la televisión pública española con reportajes en la Uno de Michael Moore y en la Segunda Cadena, con película de Michael Moore, toma ya leña al mono, con informes semanales para Zapatero y Fernández de la Vega e informativos del Canal 24 horas que dedicaban más de 5 minutos a Rubalcaba por haber reducido a cinco los muertos diarios en las carreteras españolas desde 2004 (no por el chivatazo del Faisán), caí en la cuenta de lo poco que la libertad de expresión gusta a los políticos en general, y a los socialistas en particular. Por cierto, que, sin restar ni un ápice a los méritos del departamento de Rubalcaba, los muertos en carretera empezaron a bajar con los gobiernos de González y de Aznar.


Y tras esto, a uno le entra una bocanada de melancolía. ¿Será que a la mayoría de los seres humanos, que era mala según uno de los sabios de Grecia, le importa un pepino, e incluso, le molesta la libertad, la de expresión, la de opinión, y que le importa otra cosa, menos vegetal, la veracidad? A ver si es que aquí resistimos unos parias de la tierra por nada y para nada.

Fue entonces cuando me comí un polvorón y la manteca más la harina con ajonjolí me impidieron seguir hablando. Y pensando.

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