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Guillermo Dupuy

Me sorprende que ETA sorprenda

Sólo el día que ETA y su entorno político condenen la "lucha armada" y pidan perdón por ella, sólo entonces, insisto, tendremos el derecho a escamarnos y a preguntarnos si nos hacen trampas. Hasta entonces sólo nos las haremos nosotros.

Aunque quiera empezar este artículo destacando las enormes cualidades que ostenta Carlos Dávila como periodista y analista político, –verdadero fichaje de lujo para cualquier medio de comunicación–, no deja de sorprenderme el titular de portada de su admirable periódico de este lunes que, a raíz del último comunicado de ETA, dice que Sorprende la apuesta de ETA por la lucha política.

Hombre, si la organización terrorista nunca hubiera tenido terminales políticas en España, y si aquí no hubieran sido ilegalizados supuestos partidos políticos por su pertenencia a ella, comprendo que ahora pudiera escamar a alguien lo que en realidad es o debería ser una conocidísima y ya practicada apuesta de ETA por una "lucha política" que ni hoy ni nunca ha excluido "la lucha armada". Lo que sí sorprendería, por el contrario, es que ETA renunciara a una vía que, como la política, le permite obtener ingresos, información y correas de transmisión de sus delirantes consignas.

Que ETA señale, como hace en su último comunicado, que "nuestra fuerza, más que en resistir a la represión, radica en la lucha política" no es nada nuevo. Los terroristas lo han dicho ya en numerosas otras ocasiones y lo han demostrado con los hechos y con siglas como las de Herri Batasuna, Batasuna, Socialista Abertzaleak, PCTV, ANV y las que pretendan seguir colándonos en el futuro, con o sin condescendencia de la Fiscalía. Lo novedoso e inédito sería que ETA renunciara –no digamos ya condenara– incondicional y definitivamente a la "lucha armada".

Reconozco –y pido perdón por ello a los lectores– que hasta ahora no he podido leer en su integridad este último comunicado de los terroristas, cuya versión integra sólo ha sido publicada en euskera. Más del amplio extracto que publica en castellano el diario proetarra Gara, no hay nada que nos deba ser desconocido.

Que los terroristas consideran la democracia española como un "marco político-jurídico de opresión", ya lo sabíamos; como sabíamos también que la "solución" a lo que ellos llaman la "superación del conflicto político" pasa "por llevar a Euskal Herria (es decir País Vasco, Navarra y el sur de Francia) al escenario de la autodeterminación de una forma gradual, regulada y consensuada". Tampoco nos debería escamar, pues es conocidísimo, que lo que ETA llama el "proceso democrático" exige que "la intervención y la violencia del Estado deben cesar". ¿Nos vamos ahora a sorprender de que ETA denomine "injerencia y violencia del Estado" a lo que no es otra cosa que el respeto a la Constitución y al imperio de la Ley"? ¿O es que todavía no estamos acostumbrados a su lenguaje que, dicho sea en su descargo, los propios criminales clarifican?

La importancia que ETA concede a la vía política no es nueva, como ella misma se encarga de recordar en este último comunicado parafraseando al terrorista Argala, quien ya en diciembre de 1978 proclamaba que "ni ETA ni ningún partido, será el propio pueblo el que dará la libertad a Euskal Herria". ETA ha demostrado de palabra y de obra que se puede ayudar a ese supuesto sometido "pueblo vasco" con el tiro en la nuca, que ellos, naturalmente, han llamado y siguen llamando "lucha armada".

Naturalmente no digo que este comunicado no sea perfectamente compatible –y más aun con Zapatero en el Gobierno–, con una nueva y eventual declaración de tregua. Por el contrario, lo considero tan compatible con ello como todos los comunicados que ETA ha hecho anteriormente. Sólo quien no ha leído a ETA puede pensar que la aspiración de esta organización criminal y política haya sido alguna vez una especie de "victoria militar" que tuviera cautivo y desarmado a las fuerzas del Estado español. ETA ha demostrado de palabra y de obra que asesina con el mismo objetivo con el que ha declarado sus treguas; esto es, una negociación política que arranque del Estado sus exigencias totalitarias: un Estado independiente que nunca ha existido para el que sacrifica vidas y libertades individuales reales, pues para el terrorista, a fuer de nacionalista y socialista, los derechos y las libertades las tienen los intangibles e inventados pueblos, y no las personas.

No, no nos autoengañemos. Tanto ETA, como por cierto la declaración de Altsasu de la "izquierda abertzale", dejan en evidencia que siguen considerando como "inasumible" algo tan elemental como es la condena de una acción terrorista. Sólo el día que lo hagan y pidan perdón por ello, sólo entonces –insisto– tendremos derecho a escamarnos y a preguntarnos si nos hacen trampas. Hasta entonces, sólo nos las haremos nosotros.

En España

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