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Rogelio Biazzi

Robocop

Con el déficit público español, lo menos que puede hacer ZP es callarse la boca, mirar para otro lado y arreglar sus cuentas nacionales antes que dar consejos fiscales.

Sé que con esto delato mi edad, pero para mí que ZP se parece cada día más a Robocop. Por su forma de hablar –entrecortado, separando, cada, palabra, con, una, pausa–, por su robótica forma de mover las manos y por la dureza de su cara. El pasado miércoles, habló ante el Parlamento Europeo –que por el número de asistentes parecía más una comunidad de vecinos– para contar el sesudo plan que tiene pensado para su presidencia comunitaria. Y como siempre, se volvió a retratar con una sarta de vacuidades, pequeñeces e incongruencias. De sus seis principales propuestas, cuatro son grandes declaraciones sin recetas concretas: un acuerdo social europeo, la sociedad de la información, la igualdad y la lucha contra la violencia de género y una mayor presencia europea en el mundo. Menudas generalidades. La fuerte apuesta por la innovación de su quinta –y ambiciosa– propuesta se reduce a un solo proyecto: el coche eléctrico. Y para rematar, propone "más integración y diseño compartido, no poniendo más barreras sino quitándolas", mientras que España, bajo su mandato, ha recorrido el camino inverso: un proceso de fragmentación y destrucción de la unidad de mercado. ¡Vaya incoherencia!

Su gran baza: un gran pacto social en la UE al estilo del que ha logrado realizar en España. ¡Ah! ¿Que en España no ha logrado llegar a ningún acuerdo social? ¿Que ha ninguneado a los empresarios poniéndolos como los malos de la película mientras Cándido Méndez, líder de UGT, es una especie de vicepresidente en la sombra? Pues eso, ya que en su país no pudo, no ha dudado en fijarse como objetivo conseguir el mágico consenso entre trabajadores, empresarios y gobiernos de 27 países.

También ha insistido en su rol de policía económico europeo. Lo que es realmente irritante, no es que ZP hable de sanciones ante el incumplimiento del Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento, sino su absoluta falta de autoridad moral. Cuando dice estas cosas produce una sensación parecida que al escuchar hablar a un criminal de endurecer el Código Penal, o a un pecador pedir más penitencia. Nadie puede creer que, con su déficit público en 2009, el presidente de un país que ha casi cuadruplicado el límite del 3% permitido para los miembros de la UE y con serias perspectivas de pasar la barrera del 10% de brecha fiscal también en 2011 y en 2012, tenga el valor de hablar de sanciones para los incumplidores. La política económica –básicamente de gastar y gastar– que ha aplicado en España para luchar contra la crisis, ha hecho saltar por los aires el famoso pacto, que ya había sufrido una fuerte sacudida en 2003 cuando Francia y Alemania se pasaron sólo unas décimas del déficit máximo acordado. España tiene hasta 2013 para volver al límite establecido, es decir, que tendría que recortar más de dos puntos por año. Con este horizonte, lo menos que puede hacer ZP es callarse la boca, mirar para otro lado y arreglar sus cuentas nacionales antes que dar consejos fiscales.

Lo más preocupante no es que un discurso tan falto de contenido y compromiso haya gustado a los parlamentarios del arco político de centro-izquierda. Lo desesperante es que los eurodiputados del PP con Mayor Oreja a la cabeza sacaran pecho diciendo que han hecho piña en Estrasburgo apoyando el plan "ambicioso" del presidente Zapatero. La guinda de la tarta la puso el portavoz socialista alemán Martin Schultz, quien entusiasmado propuso "trasladar el modelo español a Europa". Lo cierto es que para desear una tasa de paro del 20%, un déficit del 12% del PIB y un oscuro e incierto camino a través de la crisis, hay que estar loco, ser masoquistas, o ambas cosas a la vez.

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