Es un misterio el número tan pequeño de palabras que empleamos en el lenguaje cotidiano. No sólo es un número reducido de palabras, sino que muchas de ellas permiten varios significados. El ahorro se puede transformar así en confusión. La cual aumenta si introducimos otro capricho, que es el de dejar caer en la conversación ciertas palabras ociosas, vanas. Las llamo así porque son prescindibles, no añaden ningún significado. Se introducen en las frases como una especie de comodines, por costumbre. Quizá cumplan la función retórica, el dar más color a la conversación. Veamos algunos ejemplos:
- "Todos y cada uno". Bastaría con "todos". Parece un soniquete jurídico.
- "En un momento determinado". Todo puede suceder en algún momento, que naturalmente resulta determinado.
- "Pero sin embargo". Se juntan dos adversativas; basta una de ellas.
- "Absolutamente". Es un adverbio que se dice mucho cuando antecede a un adjetivo, pero que no añade nada. Casi nada es absoluto y casi todo es relativo.
- Todos estamos satisfechos con las "comunidades autónomas", pero no se entiende por qué hay que añadir lo de "autónomas". Lo son parcialmente, pero también podríamos decir "municipios autónomos", "provincias autónomas" y no digamos el "Estado autónomo". La mejor demostración de lo que digo es que la "Comunidad de Madrid" se llama oficialmente así y no necesita la calificación de "autónoma".
- "Más pronto que tarde". Es una locución que está de moda en el politiqués. Es manifiestamente ambigua. Bastará con "en seguida" o "después".
- "Empate técnico". Suele decirse en las encuestas cuando hay un empate. No se colige por qué tenga que ser técnico.
- "De alguna manera". Todo puede ser de alguna manera. En inglés se justifica porque es un idioma escueto, y así se gana tiempo.