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Serafín Fanjul

Nuestra cadena perpetua

Mientras el Rafita y los asesinos de Marta se chulean a esta sociedad tan blandita, a los familiares de las niñas asesinadas no les queda otro consuelo que filosofar sobre los beneficios de disponer de una legislación tan garantista con los delincuentes.

Hace unos días, Mª del Mar Bermúdez, madre de Sandra Palo, gritaba su desesperación por enésima vez por la justicia que no se hace a su hija: en un debate de Telemadrid el llamado defensor del Menor de la capital, tras las buenas palabras de rigor, sentenciaba que nada de rebeliones ni protestas crudas, hay que ser buenos y comprender lo mucho que hacen las instituciones por las víctimas de la delincuencia con sus logros prodigiosos en la reinserción. Mª del Mar se quejaba con desesperanza absoluta: "¿Para qué lo queremos, si no resuelve nada? ¿Para pagarle el sueldo?", ante lo cual la presentadora del programa –que, en su estilo de cazurrilla despistada y simpática, no es de lo peor de la televisión– escurría el bulto y se ponía a soltarle admoniciones a la madre desconsolada: denuncias sí, pero sin pasarse, que estos artefactos los carga el Diablo.

Ayer, día 26, el ministro Caamaño exhibía, también en enésima ocasión, su catadura moral afirmando que aquí, de cadena perpetua, nada de nada. Hagan lo que hagan los criminales. Y es que la Constitución no permite y tal y tal: lo de siempre. Al tacho, pues, las farsas de Rodríguez recibiendo al padre de Mari Luz Cortés, de Marta del Castillo y a quien se tercie. "Lo que sea", ya saben, la divisa que campea en el escudo de armas (pacifistas, por supuesto) del sabio de La Moncloa. Mientras el Rafita y los asesinos de Marta del Castillo se pavonean y chulean a esta sociedad tan blandita, con sus comprensivos jueces y su policía maniatada, a los familiares de las niñas violadas y asesinadas no les queda otro consuelo que filosofar sobre los beneficios morales de disponer de una legislación tan garantista para con los delincuentes y de unos políticos no más atentos a la imagen conveniente para su carrera personal.

Dizque Rajoy –siguiendo a Esperanza Aguirre– por fin se moja y se pronuncia por entrar a discutir el asunto de la "perpetua revisable": ¿por qué revisable? ¿Tan difícil es cambiar un parrafito de la Constitución que, por cierto, torean cuanto les viene en gana siempre que interesa al "lo que sea" de Rodríguez? Y si el PSOE y su caterva de pitufos se niegan, se les pone en evidencia ante la opinión pública. Veremos si Rajoy mantiene una postura firme y clara o anda jugando a lo mismo que Núñez Feijóo con la enseñanza en castellano, mientras se afianza la triste idea –la cadena perpetua que cargamos todos– de que por la vía institucional, con urbanidad y palabra culta, no hay nada que esperar. Y es que, queridos contríbulos Núñez y Rajoy, como se dice en Galicia: "El que me engañe una vez...".

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