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Rogelio Biazzi

El eterno suplente

Está claro que el PP de Rajoy tiene opciones claras de gobernar España. Lo que no está nada claro es cómo piensa gobernarla. ¿Qué ideas fundamentales piensa defender? ¿Cuál es su plan, cómo lo pondrá en práctica, quiénes serán los encargados de hacerlo?

Explico a mis alumnos en la primera clase, que la Economía es el estudio del comportamiento humano ante las múltiples decisiones a las que nos enfrentamos cotidianamente. Se supone que somos racionales y por ello ante cada disyuntiva elegimos aquella opción que maximice nuestra utilidad, analizando costes y beneficios.

¿A qué viene todo esto? Los españoles estamos ante una situación muy difícil. Este Gobierno no da más de sí. Se ha pasado sus cuatro primeros años disfrutando la bonanza heredada y dedicándose a temas que no eran ni urgentes ni –en su mayoría– siquiera importantes. Los últimos dos años, ZP intentó "hacer el muerto" en medio del embravecido mar de la crisis pensando que aguantaría hasta que pasase la tormenta, pero –ya vemos– que no ha sido así. La marejada lo empezó a tirar hacia el fondo y él no hizo nada –creo que ni sabe nadar– para salir a flote. La alternativa, a día de hoy el PP de Rajoy, empieza a verse como una opción concreta de Gobierno. Pero no nos engañemos. No es que los beneficios del cambio de partido en el Gobierno estén muy claros, ni que el candidato de la oposición haya hecho muchos méritos para estar en la cresta de la ola de las encuestas. Más bien son los costes de seguir sosteniendo a Zapatero en La Moncloa los que inclinan la balanza.

Cuando un partido está complicado y no se ve que el delantero centro esté ni cerca del área contraria, todos miran al banquillo. Y allí, siempre hay un jugador que, de pronto, descubrimos con un montón de virtudes potenciales: el eterno suplente. Lo creemos buen cabeceador, poseedor de un disparo potente y atrevido en el uno contra uno. Lo vemos así, no porque lo sea –quizás sí, pero aun no ha demostrado nunca nada– sino porque al delantero titular lo vemos bajito, débil y temeroso. Así que todos pedimos el cambio buscando el milagro de que nuestro suplente sea todo aquello que nuestra –necesitada– imaginación le atribuye. El míster lo manda a hacer calentamientos a la banda y allí la gente empieza a desconfiar. No se ve tan alto ahora. Se lo ve renqueante, medio chueco y lo peor, se le ve la apatía en sus ojos. La falta de actitud provocada por tanto tiempo de inactividad, tantos años de suplencia y tanto tiempo esperando su oportunidad, lo aplastaron en su rol de segundón. Hay otros jugadores en el banquillo. A algunos se los ve mejor entrenados, con más determinación, más decididos, pero el fútbol tiene sus códigos. El sempiterno suplente es quien debe entrar al campo, sería una ofensa bárbara dejar que otros sustitutos, con menos años en el banquillo o que están jugando en ligas regionales, le pasen por encima.

Está claro que el PP de Rajoy tiene opciones claras de gobernar España. Lo que no está nada claro es cómo piensa gobernar España. ¿Qué ideas fundamentales piensa defender? ¿Cuál es su plan, cómo lo pondrá en práctica, quiénes serán los encargados de hacerlo? En definitiva, por qué razón debemos soñar con que nuestro país se salvará del descenso si entra a la cancha el eterno suplente.

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