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Victoria Llopis

Gabilondo, un peligro público

Gabilondo parecía otra cosa, pero no; participa de los rancios tics que han destruido nuestro sistema de instrucción pública; está abducido por la "secta pedagógica". Puro constructivismo.

Andaba el ministro manteniendo sus rondas de contactos con diversos representantes de partidos políticos, de asociaciones y confederaciones, sindicatos, y resto de elementos de la llamada "Comunidad Educativa" en vistas a lograr un magno "Pacto de Estado". Y en las fotos de estas reuniones lo sacaban con cara de estadista, de entendido, de preocupado por el destino nada halagüeño que espera actualmente a nuestros pobres estudiantes, ésos que tienen el record en Europa de terminar sus estudios obligatorios sin un miserable título de haber cursado lo básico.

Y muchos pensaban que sí, que ésta era la buena, la ocasión en que tras los supuestos vaivenes de nuestro sistema educativo, se lograría por fin el anhelado acuerdo, dando por hecho que el ministro estaba en condiciones de discriminar la paja del grano en cada una de las propuestas que recibía. Se recordaba a menudo su condición de profesor de Metafísica como augurio de éxito; ¿Meta-qué?, preguntaban los del Bachillerato más corto de Europa, esos que en lugar de Filosofía estudian Ciudadanía.

Sus pasos previos por el Rectorado de la Autónoma eran confusos en orden al éxito de la empresa pactista. Pero estaba el beneficio de la duda: no se había pronunciado abiertamente sobre casi nada.

Hasta hace unos días: "Un profesor aislado es un peligro público". ¿Qué es un "profesor aislado"? ¿El que da una clase magistral en lugar de ser el moderador-facilitador del autoaprendizaje lúdico de los alumnos? ¿El que no pertenece a ningún sindicato de clase? ¿El que no asiste a las reuniones del Centro de Profesores? ¿En qué estaba pensado el ministro? Yo creo que en todas estas facetas.

Cuando un buen profesor da una clase magistral de Filosofía, por ejemplo, una de esas clases que los alumnos escuchan sin pestañear, no la da "aislado"; la da en compañía de un montón de colegas: Sócrates y Aristóteles, Kant y Hegel, Zambrano y Ortega... Y los alumnos disfrutan de la sinfonía.

Gabilondo parecía otra cosa, pero no; participa de los rancios tics que han destruido nuestro sistema de instrucción pública; está abducido por la "secta pedagógica". Puro constructivismo. Más de lo mismo. Así no vamos, no ya a Pactos de Estado, sino siquiera a simples "acuerdos escolares".

Como decía otro profesor de Filosofía, un profesor que no enseña nada, no es nadie, y como tal se le trata. No, Gabilondo; todo buen profesor siempre enseña en compañía de otros, de toda una tradición de conocimiento que le ha precedido y que él disfruta comunicando a sus alumnos. Lo de ustedes en cambio es arqueología pedagógica, fósiles inútiles que cuanto antes arrumbemos, mejor.

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