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Carmelo Jordá

Un futuro de eBooks: ¿Qué será de los escritores?

Es mejor ser leído y no comprado que ni comprado ni leído. Y por tanto, más allá de la tan temida piratería, los eBooks son una estupenda posibilidad para quienes, hasta ahora, no pasaban de ser los patitos feos del mercado editorial.

Tras hablar de editoriales y de librerías (y tras el lapso al que nos obligó el iPad), llega el momento de asomarnos al futuro de los escritores en un mercado editorial dominado por la edición electrónica. En principio el autor es el eslabón más débil de la cadena y, curiosamente, es probablemente el más necesario: podemos imaginar un mercado sin editoriales, librerías, distribución... pero no sin autores, lo que no quiere decir que el futuro vaya a ser más benévolo con ellos que con el resto.

Sin embargo, hoy en día no parece que eso les haya servido para obtener grandes beneficios y, con las excepciones pertinentes, la verdad es que un escritor que logre vivir de su oficio sin otros aditamentos es poco menos que un milagro.

En el mercado cultural español, tradicionalmente tacaño con sus creadores (bueno, con unos más que con otros), los derechos de autor de un escritor se suelen situar alrededor de un 5% del precio final de un libro, es decir, más o menos un euro en un libro de tapa dura y unos 40 céntimos en una edición de bolsillo.

Pero incluso en un mercado mucho mayor como el estadounidense vemos que aun libros que se pueden considerar un éxito de ventas reportan a sus autores cantidades que se podrían considerar pírricas: menos de un dólar por ejemplar incluso para éxitos que se acercan al medio millón de ejemplares vendidos.

Es decir, ser escritor a día de hoy es una actividad no excesivamente rentable, visto lo cual la edición electrónica se presenta, al menos en mi modesta opinión, más como una oportunidad que como una amenaza.

¿Por qué? Tratemos de explicarlo:

En primer lugar, porque debería llevar a un esquema de precios distinto en el que, sobre todo, el reparto de los beneficios sea también diferente. Es decir, si se eliminan procesos e intermediarios (como mínimo la impresión y la distribución física pueden casi desaparecer en la práctica de los costes) las partes que "se quedan" deben participar con mayores porcentajes del beneficio.

Esto no quiere decir que la edición digital no tenga costes, pero parece difícil que los escritores vean disminuida su retribución actual e incluso, en el caso de que simplemente se mantuviese, es de esperar que a menores precios la cantidad de copias vendidas (y por tanto de derechos devengados) crezca. Esto es, al menos respecto al número de copias, lo que nos está enseñando la experiencia de Amazon.

El caso es que mientras se dirimen las polémicas entre Amazon y algunas editoriales en torno a los precios de los eBooks, escritores británicos de primera fila están planteando la cuestión e incluso Ian McEwan ha firmado un acuerdo individual con Amazon.

Por otro lado, la edición electrónica permite a los autores plantearse la asunción de roles que hasta ahora les resultaban poco menos que imposibles: la autoedición se plantea como algo más sencillo o, como mínimo, menos costoso; incluso una relación directa con los lectores podría dar como resultado unos beneficios en conjunto menores pero de los que el escritor disfrute casi por completo, resultando al final más rentable que hasta ahora único camino a través de las editoriales.

Por último, está la posibilidad de tener más acceso a las retribuciones indirectas que un autor con un cierto nivel de éxito puede alcanzar y que, en muchas ocasiones, serán más rentables que sus propias obras.

No, no se trata de que los escritores den conciertos, como decía un valiente escritor y autoeditor, pero sí de que den conferencias, escriban artículos, participen en determinadas publicaciones... es decir, que alcanzar un cierto nivel de reconocimiento suele derivar en acceder a algunos ingresos y la edición electrónica e internet parecen herramientas más accesibles para ello que el actual mercado editorial.

Hace ya algo casi año y medio, cuando el libro electrónico no ocupaba ni la décima parte de espacio en los medios y cuando comprarse un reproductor en España era casi una aventura (qué tiempos: el pasado fin de semana un centro comercial de Madrid ofrecía media docena de modelos distintos), un escritor tan poco "alternativo" como Lorenzo Silva afirmaba ante una escéptica y sorprendida audiencia que le encantaba que un adolescente hubiese "pirateado" casi todos sus libros: "Ese chaval me da o me dará mucho más que los diez euros que, como mucho, he dejado de ganar".

Y no es que Silva esté loco, lo que ocurre es que comprende que es mejor ser leído y no comprado que ni comprado ni leído. Y por tanto sabe que, más allá de la tan temida piratería, los eBooks son una estupenda posibilidad para quienes, hasta ahora, no pasaban de ser los patitos feos del mercado editorial.

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