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Operación Moshtarak

El asalto a Marjah no va a decidir la guerra, pero tendrá consecuencias importantes si tiene un resultado contundente, tanto en sentido positivo como negativo.

Anunciarlo todo de antemano no será sorpresa pero es sorprendente. En términos militares, la sorpresa es un eficaz multiplicador de fuerza. Es desconcertante que los americanos renuncien a ello. ¿Precisamente para desconcertar así al enemigo tanto como a los propios o porque era imposible ocultar los preparativos? Si medio lo consiguieron en Normandía, no será tan difícil en Afganistán. O bien, dado que los talibán son escurridizos y dispuestos, como todo guerrillero –por no decir todo el que sea capaz–, a luchar exclusivamente en sus propios términos, si pueden evitar hacerlo en los ajenos, es posible que traten de ofrecerles un puente de plata para que se esfumen antes de que comience la batalla, y todos contentos, americanos y aliados ganan pero los guerreros seminaristas islámicos no pierden. Ciertamente hay bastante confusión en lo que se publica.

El asalto a la ciudad de Marjah, próxima a la capital de la provincia meridional de Helmand, es una realidad localmente conocida desde que a comienzos de este mes de febrero se hace público el asunto. La cosa viene de atrás. Helmand ha sido una pesadilla para los británicos. Provincia esencialmente pashtun y cultivadora de la amapola es por esas circunstancias étnicas y económicas bastión del movimiento de los talibán. Los soldados británicos y los marines americanos han llevada a cabo diversas operaciones de limpieza cuyos éxitos iniciales no han podido consolidar por falta de fuerzas para conservar el terreno ganado.

Desde el pasado verano, las fuerzas islámicas rebeldes y sus aliados del tráfico de drogas, desplazados de la capital de la gran provincia, se han hecho fuertes en la vecina ciudad de Marjah, de imprecisa población, 30.000 o quizás 40.000 habitantes, en una llanura cruzada de canales de regadío y de muros de adobe que delimitan los campos, terreno mucho más propicio para la defensa que para el ataque. El enemigo puede contar con unos efectivos de al menos unos 1.000 combatientes muy bien equipados y dotados de estructuras defensivas, como bunkers y túneles, así como un amplio minado de toda la zona.

Las fuerzas americanas, británicas y afganas han ido acordonando la zona desde hace varias semanas y tratado de facilitar la huida de la población. Con poco éxito. No es tanto que en un área que vive de la producción del opio y su transformación en heroína, no sólo defendida sino abiertamente promovida y controlada por los talibán, la población los acepte como protectores con entusiasmo variable, sino que esas fuerzas protectoras se encargan de impedir la defección de sus protegidos para utilizarlos como escudos. Si en último término, de ponerse las cosas feas, el grueso de las fuerzas rebeldes tratará de disolverse entre la población, dejando atrás unos pocos núcleos de resistencia o si, como proclaman pero no suelen hacer, lucharán hasta el último hombre, está por ver. Lo cierto es que Marjah se ha convertido en un centro de mando a escala de una de las provincias más importantes para la insurgencia y en ella han acumulado una gran cantidad de activos militares y económicos, cuya pérdida supondría un duro golpe.

El asalto a Marjah no va a decidir la guerra, pero tendrá consecuencias importantes si tiene un resultado contundente, tanto en sentido positivo como negativo. Es la más grande de las operaciones llevadas a cabo hasta hora, la más importante en la que participan la fuerzas gubernamentales en formación y la primera en la que toman parte los iniciales refuerzos prometidos por Obama en su discurso de diciembre en West Point. Así pues, esta operación, que significa "juntos", es un acontecimiento a seguir. Como para subrayar el caos afgano, unas fuentes dicen que lo significa en dari y otras que en pashtu.

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