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Gina Montaner

Los hombres las prefieren rubias... y ricas

La resaca del post feminismo amaneció con una legión de señoras agotadas que no saben lo que es un delantal porque su prole depende de alimentos pre-cocinados.

¿Recuerdan aquella comedia en la que Marilyn Monroe está empeñada en casarse con un millonario? El filme se titulaba Los caballeros las prefieren rubias y en uno de sus números musicales la coqueta Marilyn proclamaba que una chica siempre quiere que le regalen diamantes.

La película se estrenó en la década de los cincuenta, cuando todavía el feminismo estaba en pañales y la mayoría de las mujeres permanecía en casa preparando recetas de Betty Crocker. En aquel entonces nadie clamaba al cielo por los clichés de que ellas los preferían adinerados y ellos se derretían por una rubia con guiños de Betty Boop.

Muchos aguaceros han caído desde la pre liberación sexual. Entonces imperaba la idea de que una joven iba a la universidad a la espera de encontrar un marido. Todavía resonaba el trauma de las mujeres sufridas y soñadoras de Jane Austen, siempre con la angustia de una dote insuficiente que las condenara a ser solteronas. Las doncellas comenzaban a despertar, tal vez porque ya no tenían la certeza de que un príncipe galante les rozaría las mejillas con la felicidad eterna.

Bien, las mujeres ya saben hoy que lo difícil es mantenerse despiertas al final de una interminable jornada en la oficina que puede prolongarse si tienen marido e hijos a los que atender. La resaca del post feminismo amaneció con una legión de señoras agotadas que no saben lo que es un delantal porque su prole depende de alimentos pre-cocinados. Pero de lo que no hay duda es de que en Estados Unidos este ejército de criaturas estresadas lo conforman, en su mayoría, damas con educación universitaria y con más ingresos que los hombres.

Según un estudio reciente publicado por el Pew Center cada vez son más los varones que se casan con mujeres que tienen una mejor formación académica y ganan más dinero. La conclusión es obvia: hoy en día los hombres se benefician más de la institución matrimonial que el sexo opuesto. Arrojemos más datos: las féminas con título universitario tienen menos probabilidades de tener un esposo que haya pasado por el College. Según datos del American Council on Education, desde el 2000 en los campus de Estados Unidos las muchachas han representado el 57% de las matrículas. Para complicar más las cosas, la recesión ha agravado el panorama laboral de muchos señores que, además, tienen la desventaja de haber abandonado sus estudios superiores. En los maltrechos hogares se está llegando a fin de mes gracias al salario de mujeres que se han convertido en las Mater Familias.

Siempre hay el gracioso de turno que suelta la sandez tipo "¿No querían liberarse y ser iguales a los hombres? Pues ahora toma tres tazas de este amargo caldo". Pero seguramente se trata de un sujeto que fue expulsado del colegio por bruto y del que hay que huir cuanto antes. El camino de cualquier minoría hacia la igualdad nunca es fácil porque alcanzar la meta significa ser, por fin, los dueños de nuestro propio destino, y no apéndices o súbditos de quienes en el pasado nos dominaron. Lo que ha sucedido es que los roles de los dos sexos cada vez son más intercambiables. Tanto es así que los núcleos familiares ya no son necesariamente el dibujo de papá, mamá, los hijos y la mascota.

 

Quién iba a decirnos que el determinismo biológico se debilita por momentos: con el macho de la especie en busca de la hembra joven y ésta, a su vez, obligada a aparearse con el ejemplar que proporcione la supervivencia de sus crías. En la era cambiante de Ikea es inútil ponernos nostálgicos con el cortejo que se traían en las Cuevas de Altamira. ¿Qué pretendiente puede seducirnos hoy poniendo a la mesa un steak ensangrentado? Gracias, pero no. En los mercados están todos los productos orgánicos y vegan que una mujer puede comprarse con su propio dinero.

Antes nos deseaban porque éramos jóvenes y monísimas. Ahora nos necesitan porque el fruto de nuestra educación nos ha dado réditos. Lo que no ha cambiado es que los caballeros las prefieren rubias. Aunque sean teñidas.

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