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Jorge Vilches

Fin de ciclo

Han vuelto los tiempos del "Váyase, sr. González", pero con Zapatero. Es la demostración del enconamiento general por la marcha del país y la ausencia de ilusiones políticas.

El fracaso de la reunión anticrisis por falta de propuestas concretas del Gobierno es una muestra más de que se ha llegado a un fin de ciclo político. Los síntomas están apareciendo de forma simultánea en la sociedad civil y en los medios de comunicación, con la antelación natural a que los partidos se hagan eco de ellos. La aparición de dichos síntomas es un factor histórico conocido que anuncia el fin de un ciclo, de un momento histórico, de un gobierno, o del dominio de un paradigma político. En nuestro caso actual, es el anuncio de que el Gobierno del socialismo zapaterista está agotado.

El primer síntoma de ese fin de ciclo es el enconamiento general de la sociedad. La ineficacia y ausencia de acción e ideas que muestra el Ejecutivo ha creado un estado de ánimo negativo, desesperado, que se traduce en un malestar hacia las instituciones o hacia quienes detentan los cargos públicos. La razón es que los ciudadanos perciben que los políticos son el problema de la grave situación o forman parte de él. El conocimiento de los casos de corrupción, ya sin distinción partidista y sentidos como más graves en plena crisis económica, alimenta ese malestar y la animadversión hacia "los políticos".

El segundo síntoma es que se vuelve a hablar de desorientación del país y de la necesidad de retomar el rumbo. La falta de ideas y proyectos concretos ahonda esa sensación de fracaso y de agotamiento de un programa y de una forma de hacer política. A la extenuación política del Gobierno se le une la incapacidad de la oposición para generar ilusión. Los llamamientos al consenso para encontrar fórmulas nuevas –como un Gobierno de concentración nacional o un pacto de gobernabilidad de los dos grandes partidos– son cada vez más frecuentes y responden a esa desazón general.

El tercer síntoma es el recuerdo de las virtudes cívicas del político como tema frecuente ya no sólo de conversaciones en la calle, sino como tema socorrido y recurrente en los editoriales y columnas de los periódicos. Las peticiones de sentido de Estado, responsabilidad y patriotismo convierten a "los políticos" en parte u origen del problema al señalar que su actitud, acción y discurso son inadecuados para la resolución de la crisis, y se les recuerda lo obvio: que trabajen para el bien colectivo.

El cuarto síntoma es la apelación a las costumbres públicas de la ciudadanía. Ante la crisis y la ineficacia de "los políticos", los ciudadanos, dicen, deben reaccionar, protestar, salir a la calle en una especie de orteguiano "no es esto, no es esto", y ejercer sus derechos para mostrar su malestar y recordar la naturaleza de la democracia; esto es, retomar el rumbo. Han vuelto los tiempos del "Váyase, sr. González", pero con Zapatero. Es la demostración del enconamiento general por la marcha del país y la ausencia de ilusiones políticas.

Asistimos a un fin de ciclo, cuya solución son unas elecciones anticipadas que permitan al país recuperar la ilusión y la sensación de mandar sobre su vida política.

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