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GEES

Efectos muy negativos

Con tanta impunidad a la vista no sería de extrañar que suframos ataques en cualquier escenario en el que haya yihadistas salafistas dispuestos a beneficiarse de tanto desatino.

Nunca antes unos secuestros de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) habían producido tanto daño como los desarrollados en el Sahel en los últimos tres meses. La liberación del francés Pierre Camatte, producida el 23 de febrero cerca de Kidal (Malí), llega después de que su vida se viera amenazada con ultimátum de por medio en dos ocasiones. El segundo ultimátum había expirado el 20 de febrero y ahora hay otro ultimátum que pesa sobre la vida del rehén italiano Sergio Cicala y que expira el 1 de marzo. Para evitar que corriera la misma suerte que el británico asesinado en junio en la misma región septentrional de Malí, no sólo Francia ha claudicado sino que ha presionado a este país saheliano para que claudique también y, en este empeño exclusivamente humanitario, ha dado al traste con una aproximación antiterrorista entre Argelia, Malí y Mauritania que era prometedora y que había empezado a dar sus frutos.

De los cuatro presos que habrían sido liberados dos de ellos son argelinos, el tercero mauritano y el cuarto burkinabé, todos ellos con delitos de sangre a sus espaldas. También por el rehén italiano se exige la liberación de presos, esta vez de recluidos en la cárcel de Nuakchott. Todo ello sirve para reforzar a unos terroristas que con esta victoria estarán más motivados para seguir actuando.

Además tampoco sabemos si aparte de la escandalosa liberación de presos ha habido también pago de dinero en el caso del rehén francés. En cualquier caso habrá habido que pagar a no pocos intermediarios y facilitadores de contactos que ante lo rentable de esta actividad tratarán de que la industria del secuestro perdure. En cuanto a los fondos específicos para financiar los ataques terroristas propiamente dichos, la formación, la propaganda y las fidelidades vendrán de este y/o de los demás secuestros, probablemente del de los tres cooperantes españoles.

Si finalmente es cierto que por nuestros compatriotas sólo se exige dinero y se confirma también la cantidad filtrada a los medios de comunicación (entre 3,7 y 5 millones de euros) ello no sólo servirá para hacer enorme daño en el Magreb y el Sahel, también en Europa y quizás mucho más lejos, sino que dibujará además una curiosa división del trabajo entre países –unos pagan y otros liberan presos–, humillante en ambos casos. Pero conociendo a los terroristas y conociéndonos a nosotros mismos no sería raro que por encima de tanta rumorología a todos se nos exigiera lo mismo: pagar, por supuesto, pero también liberar a presos propios o invitar o presionar a nuestros socios del otro lado del Estrecho para que lo hagan ellos. Con tanta impunidad a la vista no sería de extrañar que suframos ataques en cualquier escenario en el que haya yihadistas salafistas dispuestos a beneficiarse de tanto desatino.

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