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Pablo Molina

El ladrillo ya es progresista

La realidad da en el bofe a los socialistas y les obliga a rectificar para volver a hacer, precisamente, lo que siempre han llevado a cabo en los lugares que gobiernan. La construcción, por fin, vuelve a ser una actividad progresista.

Hasta esta semana, la construcción era una actividad laboral y empresarial sólo por debajo del tráfico de armas en la escala de virtud del socialismo de Zapatero. Como si de una verdad revelada se tratase, todos los socialistas de España repetían sin cesar que los males de nuestra economía estaban causados por la existencia de un sector inmobiliario desmedido porque, como es sabido, los socialistas son los únicos que conocen exactamente la proporción que debe tener cada ámbito de la actividad económica; no el mercado, es decir, el conjunto de las decisiones individuales de los ciudadanos como explica la sana doctrina.

Pero esto ha cambiado radicalmente, como hemos podido comprobar en la propuesta genial del triunvirato de ministros designado por Zapatero para solucionar la recesión galopante provocada por Bush y Aznar, según la cual, el ladrillo ha pasado de ser un elemento insolidario propio de los ambientes de derechas a convertirse en el salvador de la economía socialista y el Estado del Bienestar.

Y el caso es que, a pesar de que Zapatero lo incluyera en el índice socialista, el ladrillo ha sido siempre una cosa de mucho progreso. Sólo hay que mirar la costa de las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE y compararla con cualquiera del PP para comprobar que no hay nada más socialista en España que la construcción, especialmente en las zonas turísticas. Un militante socialista puede ir hoy saltando de grúa en grúa desde Almería a Huelva sin poner un pie en el suelo, cosa que no podría hacer en Murcia o Valencia, por poner dos ejemplos sobradamente denigrados por los ecomarxistas.

Pero esta realidad vergonzante puede ya salir a la luz para blasonar con orgullo de su marchamo progresista. Lo que antes era pernicioso ahora es conveniente y oportuno, así que ya pueden irse preparando los ecologistas de las comunidades socialistas y sacando las orejeras más tupidas, porque al lado de las nuevas urbanizaciones del PSOE, Benidorm va a parecer una aldea soriana.

Sí, ya sé que el documento zapaterino establece una salvedad para disimular afirmando que se trata de únicamente de rehabilitar lo ya construido, más no hay un solo concejal de urbanismo en España, de uno u otro partido, que no sea capaz de "rehabilitar" un corral abandonado y convertirlo en dos mil chalés adosados con su piscinita y campo de golf.

Al final, como siempre, la realidad da en el bofe a los socialistas y les obliga a rectificar para volver a hacer, precisamente, lo que siempre han llevado a cabo en los lugares que gobiernan. La construcción, por fin, vuelve a ser una actividad progresista. Alabado sea el Señor.

En Libre Mercado

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