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Adolfo D. Lozano

El negocio del colesterol

¿Por qué el estudio JUPITER con Crestor produjo tan favorables resultados? Porque este medicamento tiene un efecto colateral positivo: reduce la inflamación. Pero para eso, el mejor medicamento ya existe y se llama dieta antiinflamatoria.

Si uno encendía el televisor hace unos años en Canadá o Estados Unidos podía encontrarse con un impactante anuncio en el que se veían los pies descalzos de un cadáver en la morgue. Un rótulo informaba de que se trataba de un hombre de 42 años cuya muerte había sido causada por un ataque al corazón. La conclusión que el anuncio ofrecía al espectador era: "Un análisis de colesterol podría haber evitado esto". El miedo puede llegar a funcionar muy bien como estrategia de marketing, y la industria farmacéutica lo sabe. Los medicamentos para reducir el colesterol, las estatinas, son buen ejemplo de ello. De hecho, las estatinas –entre las que destacan Lipitor, Mevacor, Crestor o Zocor– son el tipo de medicamento mejor vendido de la historia, frente a cuyos beneficios incluso palidecen los generados por el más que exitoso Viagra. Por ejemplo, sólo en 2004 Lipitor acumuló ventas totales por 10.000 millones de dólares y el Forbes Magazine estima que el desembolso anual en estatinas es de 26.000 millones de dólares. En 2003, el British Medical Journal alertaba de que peligraba la integridad de los sistemas sanitarios de Europa del Este por el masivo desembolso en estos medicamentos. Lipitor, del gigante americano Pfizer, ostenta el récord del medicamento más prescrito y consumido de la historia. La fobia por el colesterol es rampante y hoy están a la orden del día incluso alimentos que nos prometen reducir el colesterol. El colesterol alto es políticamente incorrecto, pero ¿es la gran causa de mortalidad cardiovascular que nos hacen creer?

La difusión de la idea de que el colesterol era el mayor enemigo posible de la salud cardiovascular comenzó hacia 1950 con el Framingham Heart Study. A pesar de que se le toma como primer gran apoyo de la teoría de y contra el colesterol, lo cierto es que es un estudio que ha pasado a la historia con profundas malinterpretaciones ya que, como expuse anteriormente, este estudio no sustentaba la idea de Ancel Keys de y contra el colesterol.

Imagina ahora que tienes una más que rentable empresa farmacéutica –Pfizer factura 200.000 millones de dólares al año y es la mayor del mundo– que vende estatinas para reducir el colesterol. ¿Qué puedes hacer para incrementar las ventas? Muchas cosas, entre ellas corromper el estamento médico si es necesario. La definición oficial en cifras de qué es el colesterol elevado es esencial, y en concreto estas cifras han sido reescritas una y otra vez en Estados Unidos. Según las mismas, en 1990 eran 13 millones los norteamericanos que debían reducir el colesterol, mientras que las nuevas recomendaciones de 2004 convertían a 40 millones de americanos en consumidores potenciales de estatinas. Las guías y paneles oficiales de colesterol en Estados Unidos, que sirven de espejo para las autoridades de todo el mundo, son elaboradas por el National Cholesterol Education Program (NCEP), y si piensas que están controladas por las farmacéuticas que fabrican medicamentos para reducir el colesterol, no estás equivocado. De los nueve autores del último panel oficial, ocho tenían más de cincuenta vínculos financieros con dichas farmacéuticas.

Otra de las estrategias más empleadas para disparar las ventas de estatinas es el empleo de las cifras de reducción de riesgo relativo en lugar de reducción total de mortalidad. Por ejemplo, pongamos que el grupo tratado con un medicamento X reduce su mortalidad durante el estudio un 3%, mientras el grupo que recibe un placebo reduce su mortalidad un 2%. La reducción total de mortalidad de dicho medicamento es de un ínfimo 1%. Pero aquí viene el contorsionismo estadístico. ¿Qué es lo que más anunciará el fabricante de este medicamento? Pues seguramente la reducción de riesgo relativo, que es –agárrense para la radical diferencia– de un 33%. En términos absolutos sólo hay un 1% más de probabilidad de mejorar la esperanza de vida con ese medicamento, pero en términos relativos (el 3% bruto del grupo de tratamiento en comparación con el 2% del placebo), esto es un 33%. En la historia de las estatinas, sus fabricantes parece que han mostrado un celo enorme en publicitar a los cuatro vientos las cifras de reducción de riesgo relativo, mientras han preferido no divulgar demasiado las muchas veces pírricas reducciones de mortalidad total. Tales han sido los casos de marketing de los estudios LIPID con Pravacol o HPS con Zocor, por mencionar algunos.

Por último, me gustaría traer una cita de un editor y columnista norteamericano, Bill Alpert. En relación con las más que preocupantes tasas de mortalidad cardiovascular en su país, no se le ocurrió decir otra cosa que ¡debería por ley enriquecerse el agua del grifo con estatinas! El señor Alpert debería ponerse vestido debajo de una ducha fría con la boca atiborrada de estatinas. Podemos garantizarle que de este modo hay un 100% de reducción relativa de la estupidez. 

Entonces, ¿por qué el estudio JUPITER con Crestor produjo tan favorables resultados? Porque este medicamento –cuyo uso continuado conlleva múltiples efectos secundarios– tiene un efecto colateral positivo: reduce la inflamación. Pero para eso, el mejor medicamento ya existe y se llama dieta antiinflamatoria.

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