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Terrorismo de manual

Las elecciones constituyen un paso importante de cara a la normalización de Irak y a la salida definitiva del país de los 96.000 efectivos estadounidenses que aún quedan en él, pero evidentemente no es esta normalización la que ansían los terroristas.

El domingo 7 se elige el tercer Parlamento en Irak desde el derrocamiento de Sadam Hussein y de él saldrá la nueva coalición gobernante. El día 3 los terroristas yihadistas mostraban con tres sangrientos atentados su oposición a las elecciones, aunque ya lo venían haciendo desde antes y previsiblemente así seguirán conforme se acerque la fecha.

Los tres suicidas y los tres atentados producidos en Baquba provocaban 33 muertos y decenas de heridos. Tras los grandes atentados suicidas perpetrados en Bagdad en agosto y octubre pasados, que mataron a más de 300 personas, la violencia no había desaparecido pero es ahora, ante los comicios, cuando vuelve a adquirir mucha mayor visibilidad. Las elecciones constituyen un paso importante de cara a la normalización de Irak y a la salida definitiva del país de los 96.000 efectivos estadounidenses que aún quedan en él, pero evidentemente no es esta normalización la que ansían los terroristas. Baquba es la capital de la provincia de Diyala, donde el terrorismo del grupo ‘Estado Islámico de Irak’ no ha conseguido ser erradicado y rebrota estimulado por momentos políticamente significativos como lo son estos comicios. Dos de los terroristas se hicieron estallar dirigiendo sus coches cargados de explosivos contra sendas comisarías y el tercero, una mujer, hizo estallar un cinturón explosivo en la entrada del hospital al que eran trasladados los heridos. Los tres ataques siguen fielmente los patrones de Al Qaeda y la extrema crueldad del tercero nos hace recordar el realizado en la entrada del hospital ‘Jinnah’ de Karachi, en Pakistán, el pasado 5 de febrero. Ese día era atacado en suelo paquistaní un autobús de peregrinos chiíes y al ser trasladados los supervivientes al susodicho hospital a algunos les esperaba la muerte en los accesos al mismo. En ambos ataques hospitalarios, en el iraquí de Baquba y en el paquistaní de Karachi, las fuerzas de seguridad desactivaron además sendas bombas que hubieran podido producir resultados aún más luctuosos.

Aparte de ‘modus operandi’ muy similares hay también en estos atentados otra gran similitud en cuanto al objetivo estratégico que se busca: agudizar las tensiones entre suníes y a chiíes llevándoles al enfrentamiento. Con ello Al Qaeda parece volver en 2010 y en Irak a esa focalización por los objetivos religiosos tras haberse concentrado, sobre todo en los grandes ataques realizados en 2009, en objetivos gubernamentales. En Irak los chiíes son mayoría (60% de la población) y en Pakistán son minoría (20%), pero soliviantarlos con ataques por considerarlos impíos o incluso infieles es una realidad en ambos escenarios y los terroristas saben que el potencial efecto multiplicador de estos ataques es enorme. Si en Karachi era un ataque contra un autobús de peregrinos en Irak, la ciudad de Baquba y toda la provincia de Diyala ha sido últimamente escenario de ataques contra peregrinos chiíes en tránsito hacia sus lugares sagrados en el país árabe: cinco peregrinos iraníes morían y 32 resultaban heridos el 24 de diciembre; el 1 de febrero una mujer originaria de Diyala como después se supo, y que ocultaba explosivos, se hizo estallar entre peregrinos chiíes que se dirigían a la ciudad santa de Kerbala matando a 41 de ellos; el 5 de febrero morían ya en Kerbala otra cuarentena de peregrinos chiíes en dos ataques con coches bomba y, finalmente y para dibujar escenas distintas aunque teniendo los mismos objetivos, una candidata chií a las legislativas era asesinada en Mosul el 7 de febrero. En momentos en los que las comunidades chiíes se hacen notar en los escenarios aludidos, pero también en otros como Yemen o Arabia Saudí, es obligado denunciar este atractivo frente de combate que los yihadistas salafistas tan bien saben alimentar.

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