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José María Marco

La ventaja de Cameron

Es curioso comprobar cómo, cuando la posición propia no está del todo clara, el adversario es capaz de remontar hasta las circunstancias más adversas.

Los asesores de Cameron, el jefe de los conservadores británicos y aspirante a inquilino del diez de Downing Street, le han recomendado que sea claro –es decir, más claro de lo que ha sido hasta ahora–, y que sea más directo. Se trata de atacar a Gordon Brown y de dejar bien claro ante el electorado que tiene por delante una alternativa: el cambio, o bien otros cinco años de laborismo.

Los conservadores, que desde hace años llevaban una ventaja muy considerable a los laboristas, han visto cómo las distancias se volatilizaban hasta los dos puntos de diferencia a tres meses de las elecciones (y al menos hasta la intervención reciente de Cameron en el Congreso de su partido en Brighton). Al parecer, la idea de atacar a los laboristas y de fijar una posición clara de alternativa ante las elecciones no se le había ocurrido a nadie en el conservadurismo. Más aún, lo que el derrumbamiento en las encuestas señala es que el electorado no percibe la posición conservadora de Cameron como una alternativa a Brown.

A nadie le cabe la menor duda de que Cameron es un conservador de verdad. Trató de disimularlo cultivando una imagen cool, como andar por Londres en bicicleta... hasta que se descubrió que el coche oficial iba detrás, llevándole la cartera y la muda. El problema, en consecuencia, no es Cameron. El problema parece radicar más bien en el esfuerzo por disimular lo que el propio Cameron es y representa, que es el espíritu mismo del conservadurismo. La voluntad de borrar los rastros del... delito lleva al punto de borrar la propia posición como conservador.

En Brighton, por ejemplo, Cameron ha celebrado a Gran Bretaña como un país "tolerante, compasivo, brillante y multirracial". Son todos adjetivos dignos de aplauso, cómo no, y nadie se atrevería a discutirlos... Pero si han sido elegidos –y se nota una elección muy cuidadosa–, es también porque no dan ninguna pista acerca de qué país tiene en la cabeza Cameron y en su programa, el laborismo. ¿Cómo se define a partir de ahí el cambio?

También hay que tener en cuenta que Gordon Brown no se ha quedado quieto. Ha visitado los platós y los tabloides –es decir los grandes diarios populares británicos– y ha logrado fijar ante el electorado algo que le faltaba: un personaje interesante, con carácter. Los furibundos ataques que está recibiendo Tony Blair le han permitido además alejarse al mismo tiempo de su muy brillante antecesor y del sectarismo del socialismo británico. Así ha preparado una campaña electoral que se convertirá en un auténtico sprint donde nada está jugado de antemano.

Es curioso comprobar cómo, cuando la posición propia no está del todo clara, el adversario es capaz de remontar hasta las circunstancias más adversas.

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